TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Teófila y los Reyes Magos

Tenía razón Teófila Martínez al reclamar que el Estado sacara de la estacada a los ayuntamientos, ante una crisis de financiación anterior a la crisis financiera que actualmente acongoja al primer mundo. Lo raro es que cuando por primera vez en 30 años el Gobierno estatal pone encima de la mesa una pasta gansa para obras públicas, la alcaldesa gaditana se enfurruña, dice que no soluciona nada pero tomará el dinero y correrá a invertirlo «como todo el mundo», según sus palabras.

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No me atrevo a darle la razón a la consejera de Gobernación, Clara Aguilera, que calificó dicho presupuesto como un regalo de Reyes Magos, pero la actual inquilina de San Juan de Dios tendría que medir sus reacciones: no es plan que un día después de criticar con toda la razón del mundo a Pedro Castro, el presidente de la FEMP que llamó tontos a los votantes del PP, no vale recurrir al día siguiente a tratar a gritos a la oposición municipal.

Sigue teniendo razón Teo en que mejor sería que no sólo se reservase la ayuda gubernamental a obras sino a bienestar social, pero a ver qué ocurre en Cádiz cuando el día 12 la policía municipal deje de escoltar las entregas de metadona: «No me robe la cartera por un lado y que por otro parezca que tengo que darle las gracias», protestó la lideresa del PP gaditano, y digo lo de lideresa con permiso del aclamado presidente provincial José Loaiza. Ella se refería a los recortes en función del censo en los que Cádiz va a la baja. Lo que habrá que preguntarse es por qué se está produciendo esa tocata y fuga de la demografía gaditana: y Teófila, que tan aficionada es a hacerse la foto en las inauguraciones ajenas, tampoco escapa a la corresponsabilidad institucional en esa desertización progresiva de Cádiz.

Cierto es que guardan un cierto aire a aguinaldo los 8.000 millones de euros para inversión que el Gobierno ha concedido a los Ayuntamientos, mil millones más que en 2005, el mejor de los ejercicios municipales hasta la fecha. Limosnita, si, pero algo es algo. Se trata de un Fondo de Inversión para el Fomento de Empleo, cuyos proyectos deberán presentarse entre el próximo miércoles y el 24 de enero, a través de internet y de común acuerdo entre los municipios y la Diputación. Una vez aprobados los proyectos, los municipios reciben un 70 por ciento del total y el importe restante se pagará a la finalización de las obras, bajo la fiscalización de la intervención general del Estado y gestionado por el Ministerio de Administraciones Públicas. A todo ello y como aseguró la consejera Aguilera, se sumarán 360 millones de euros, en Andalucía, «un dinero histórico para el municipalismo», procedentes de las arcas autonómicas.

Quedan asignaturas pendientes por esclarecer, como es un nuevo modelo de financiación local, reclamado desde hace décadas, y la aprobación esta legislatura de un nuevo estatuto de gobierno local, que otorgue a los ayuntamientos una mayor capacidad de endeudamiento en un máximo del 0,5 % del PIB, una de sus principales banderas, a fin de homologarse al propio ejecutivo central y a los autonómicos, que pueden hacerlo sin problemas.

La financiación local permanece inmaculada desde hace 30 años, justamente los que ayer cumplía la Constitución Española. Los ayuntamientos también reclaman el cobro de la plusvalía sobre el valor real del suelo y esa es la madre del cordero. Pero son objetivos a medio y a largo plazo. A corto, lo que acordaron todos los municipios, fueran o no del PSOE, fueran o no del PP, fue la obtención de más efectivo en los presupuestos del próximo año, y eso se ha logrado. Ahora, queda la reforma de la financiación, que llevará más tiempo. ¿De qué se queja, pues, Teófila Martínez, como si el Gobierno, en vez de aceptar las reclamaciones de la FEMP, las hubiera rechazado?

Tanto para el PSOE como para el PP, es una pena que existan las hemerotecas. Si nos guiamos por ellas, comprobaremos que en el año 2000, cuando José María Aznar residía en La Moncloa, fue el Grupo Parlamentario Socialista en el Parlamento de Andalucía quien presentó una proposición no de ley para instar al Gobierno central a que acordase con las administraciones autonómicas y locales un Pacto Global de Financiación para los ayuntamientos, a fin de "dotar a las corporaciones locales de mayor autonomía». Se trataba de combatir lo que los socialistas llamaban entonces "insuficiencia financiera» de los consistorios. Dos preguntas: a) ¿por qué el PSOE no ha sido capaz de asumir desde el Gobierno central lo que entonces reclamaba desde el andaluz? Y b) ¿por qué Teófila Martínez se oponía entonces a lo que ahora ella reivindica. Ocho años atrás, era presidenta del Partido Popular andaluz y fue muy crítica con la propuesta: «No es serio hablar de Pacto Local y de transferencia de competencias que son de la Junta de Andalucía y, luego, pretender que otros aporten la financiación de esas competencias», dijo entonces, asegurando que la propuesta del PSOE no era "más que una forma descarada de escurrir el bulto y no dar respuesta a la demanda de los ayuntamientos».

Hay mucho de pulso partidista en la postura adoptada desde San Juan de Dios, respecto a los fondos extraordinarios que se han concedido y que buscan matar dos pájaros de un tiro: darle cash a los municipios y aligerar la cola del paro. Pero hay consistorios que lo tienen crudo a la hora de poder acceder a dicha suma, por la sencilla razón de que se lo impiden sus deudas con la Seguridad Social. Es el caso de Barbate, pendiente de un pleno que corrobore el acuerdo con la dirección general de la Seguridad Social para intentar paliar, desde enero de 2009 y durante 10 años, el agujero de 24,1 millones de euros que tenía contraída la Corporación. En principio, estaba previsto que en enero de 2009 la Seguridad Social recibiera más de 4 millones de euros, como parte de un primer pago de la Corporación barbateña. Y a cambio, el Consistorio deja de percibir durante un año la Participación en los Ingresos del Estado. Habrá que ver cómo se logra ahora eludir ese compromiso y que también llegue a Barbate esta caravana presupuestaria de Melchor, Gaspar y Baltasar.