COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Navidades de 'low cost'

En el tiempo de la bonanza y de las hipotecas baratas, las comidas de empresa se instalaron cómodamente en el listado de tradiciones y ritos de obligado cumplimiento en cuanto aparecían las primeras luces de Navidad. Sí, no lo niegue, usted también asistía a esas reuniones sádico-festivas en las que invariablemente uno deseaba al de al lado toda los parabienes que de manera sistemática le negaba durante el resto del año. Esas comidas interminables en las que el gracioso oficial le contaba todos los chistes que se había descargado en horario de trabajo y en las que tomar una copa más era la frontera que nunca debimos cruzar. Esas reuniones pseudosociales en las que más de uno fingía estar acostumbrado a almorzar cucharita de espuma de erizos sobre crujiente de higos y emulsión de trigueros con navajas y luego se pedían brandys de reserva para brindar -otra vez más- por las buenas relaciones laborales.

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Sin embargo, este año han desaparecido como por arte de magia los regalos de empresa y la comida fraterna. Cortita como está la cosa, se lo pensará mucho antes de pagar sesenta euros por cenar con sus compañeros. Por eso, los restaurantes también se han apuntado a la moda low cost y junto con la pitanza ofrecen karaokes -lo que faltaba- gratis, barra libre a mitad de precio sorteo de noches de hotel e incluso sesiones de spa -sólo para masoquistas- para ver en directo a los peces en el río. Abaratando los precios -hay oferta desde veinte euros- desaparecieron las delicatessen del menú y volvieron las croquetas, los langostinos, la caña de lomo y el cazón en adobo.

Así que si este año tenía la excusa perfecta para no ir a la comida de empresa, no se resista. Estará con los mismos indeseables de siempre, pero por lo menos la comida tendrá traducción. Algo bueno tenía que tener la crisis.