Opinion

La fiesta terminó

Recuerdo los millones que le costaba llenar el depósito del yate a uno de esos ricachones surgidos al calor del dinero fácil. Se decía hasta hace poco que la construcción tiraba de la economía, pero yo decía que aquel dinero obscenamente gastado lo pagaban los que iban a emplear el trabajo de casi toda su vida en poder tener una vivienda que valía dos y tres veces menos que su precio nominal. Y la estafa contaba con la anuencia de las entidades bancarias y la disposición favorable de muchos representantes políticos. Esos mismos ahora reclaman dinero público, de todos, para reconducir el problema que ellos han generado en gran medida. No extraña, por tanto, que aquéllos que viven con la soga de la hipoteca al cuello tengan la sensación de que, encima, la cama la ponen ellos.

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Marisa de las Redes.