LA HOJA ROJA

Crisis de fe

Parece que este año va a volver más gente que nunca a casa por Navidad. Y que vuelven para quedarse, mano sobre mano, porque en Castellón ya no quedan más naranjas por envasar y los azulejos se amontonan con esto de la crisis del ladrillo que tenemos encima. Vuelven dejando atrás lo que suponían que era el sueño de cualquier gaditano, un trabajo, un piso, un coche y unas vacaciones con las que justificar ante los conocidos la nostalgia y la ausencia. No traen más equipaje que los subsidios. Vuelven a casa con la tarjeta del paro entre las piernas. Ni siquiera son los seis mil que echaron su papeleta para la rifa de las treinta y seis viviendas de García de Sola y que reventaron el aforo del Palacio de Congreso en la mañana del jueves, con frío y sin fe.

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Malos tiempos, muy malos. Aunque dicen que vienen curvas. Quién sabe. Porque mientras el segundo puente ya se ve venir, -como los Reyes Magos, caminito de Belén- o por lo menos lo ve venir la Ministra Magdalena Álvarez, también se ve venir lo peor. Por mucho que nos digan que el hospital estará acabado antes del doce -ni Nostradamus afinó tanto- por mucho que se construyan bloques de veinte pisos, por mucho que nos vayan a poner un auditorio multiusos, por mucho que la Junta de Andalucía quiera derribar los quioscos de La Caleta y de Varela -yo me apunto a lo de la piqueta-, se nota en el ambiente el desencanto. Y estamos como los de los pisos, con frío y sin fe.

Descreídos, desconfiados, como si este Show de Truman no fuera con nosotros. A verlas venir, sentados viendo pasar el cadáver del vecino. Sentados, viendo cómo cierran los comercios -cuatro de una vez en José del Toro, tres en San Pedro, dos en Sagasta- y cómo se acaban los contratos. Sentados, esperando la merienda que nos tocará cuando lleguemos a los ochenta -si es después del doce, ni eso-. Quietos. Esperando que pase la tormenta. Que ni las rebajas -o descuentos, o semanas fantásticas, o quincenas del ahorro, o promociones, o como haya que llamarlas para que no sea ilegal- nos sacan de este agujero donde estamos, con frío y sin fe.

Y ni las crispaciones -que las hay- nos calientan. Que nos parece ridículo que a estas alturas haya quien se apunte al momentazo Millán Alegre con polémicas absurdas de igualdad o cuotas en los Reyes Magos o Reinas Magas -lo de paridad es más difícil, son tres- si al final sólo nos van a traer carbón. Que nos parece un despropósito que el vicepresidente de la Diputación, Federico Pérez Peralta, considere normal que la alcaldesa de Cádiz -no hablamos de la persona, sino de una de las ciudades implicadas en el proyecto- no fuera invitada a la enésima inauguración de la enésima piedra del puente. Porque mientras no haya un mínimo de sentido común, mientras que cada uno vaya por su lado, aquí no hay nada que hacer. Nada, porque los ciudadanos están cada vez más lejos de las instituciones, cada vez la falla -que no el Falla- es mayor y cada vez tenemos más frío y menos fe.

Supersol no estará este año en los bombos de Carnaval. Treinta años ha durado el noviazgo. La cosa está cortita, ni bombos, ni publicidad en el Falla, ni bailes de Carnaval. Habrá que llamar a otras puertas. Como a las que ha llamado la Delegación de Fiestas ante la espantada de niñas dispuestas a ser ninfas, que sólo les ha faltado arrastrar con las de las meriendas -al fin y al cabo son mayores de dieciocho años, ¿no?- para llegar a las cuarenta y cuatro candidatas. No es sólo una crisis económica, es una crisis de fe. Hay quien ha querido hacer de esto un debate en torno a la igualdad y las cuotas -mira, igual que con los Reyes Magos- y quien ha querido calentar motores con cuestiones políticamente correctas, buscando en el baúl de los recuerdos qué es lo que tiene que hacer una ninfa. La respuesta es bien sencilla, una ninfa no tiene que hacer nada. Nada más que sorprenderse por su elección -este año la sorpresa será menor, una de cada cinco conseguirá plaza en la carroza- aplaudir en el tornavoz, ponerse colorada cuando las miran y mostrarse agradecida a Don Vicente y a los miembros de la Fundación, hacer un grupo de amigas para siempre y guardar un bonito recuerdo para la posteridad. Tengo muchas amigas que fueron ninfas -cuando éramos jóvenes y confiadas- y alguna que llegó a Diosa. Ni están traumatizadas por haberlo sido, ni viven del recuerdo. Tampoco es nada del otro mundo. Francisco Cárdenas, que es el presidente de la asociación de autores, propone alguna modificación en el sistema para solventar la crisis de las ninfas. Como posibles alternativas se aceptan propuestas: una academia de ninfas, una escuela de ninfas, un taller de ninfas, un reality-show de ninfas algo que anime la fiesta. Ya lo dice Manuel Santos, presidente de la peña la Estrella «debe haber una desilusión muy grande entre las jóvenes para que haya tan pocas candidatas». Que sí, Manuel, que llevas toda la razón. Porque esta crisis, como les dije, es una crisis de fe.

Así que ya saben. Tomen nota, corran que a pesar de las siete funciones, a estas alturas «casi no quedan entradas». Lleven a sus hijos, a sus suegras, a las vecinas, que la obra «es amena, divertida y familiar». Muévanse, no se queden ahí parados. Que aprendan las jóvenes gaditanas que se resisten a ser ninfas, mirad a Sandra Criado, de Operación Triunfo, que era una ordinaria y ahora es María Magdalena. Déjense de lamentos, Jesucristo Superestar, la gran apuesta cultural de nuestro Ayuntamiento les espera, hombres de poca fe.