De Ninfa a mujer

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Gran decepción en los círculos oficiales del Carnaval debido al descenso de candidatas a Ninfas para la próxima edición. Si llego a saber que se iban a presentar tan poquitas, a lo mejor me hubiera apuntado, igual hasta hubiera catado algo, aún a pesar de mi puretez, que ya despunta de una manera incipiente e irreversible.

¿Por qué no se apuntan las niñas al concurso?, se preguntan los organizadores. Y es que parece que la figura de la Ninfa y de la Diosa del Carnaval, realmente el único papel relevante que se ha reservado durante años a la mujer dentro de la fiesta, es algo que empieza ya a oler a rancio, por más que a algunos les guste.

Más que elementos ornamentales y bailaoras eventuales de tanguillos bajo las palmas descompasadas y las miradas turbias de turbios concejales; más que objeto de alabanza o de cachondeo por parte de las agrupaciones del Falla escasas de imaginación, da la impresión de que las mujeres de Cádiz prefieren ahora disfrazarse de mamarrachas y lanzarse a las calles de la ciudad a proferir cuplés y otras indecencias.

Y es que hay un hecho insoslayable e irreversible (como mi puretez) que se viene dando desde hace tiempo y que sí responde a la realidad del momento: Cada año hay más grupos de mujeres que cantan en las calles por carnaval. Las chirigotas ilegales femeninas se multiplican. Parece que por fin la mujer ha encontrado una forma diferente de participar en la fiesta a la que se le venía reservando tradicionalmente, y se está ganando, a golpe de cuplé y ganas de cachondeo, un lugar propio, más acorde con los tiempos que corren que un concurso de belleza o de baile por tanguillos.