POETA. Félix Grande fue uno de los amigos de Fernando Quiñones y el encargado de trazar su perfil ayer en Chiclana. / ROMÁN RÍOS
Cultura

Diez minutos después de Quiñones

Félix Grande trazó dibujó la genial figura del escritor de Chiclana en el seminario que reclama la vigencia de su obra

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Otoño tardío en una estación de provincia en Gran Bretaña. Un señor acorazado tras su cartera de mano llega para dar una conferencia. El público se sienta discretamente esperando la intervención del locutor, que va a departir sobre el poder de la voluntad. El discurso suena cansado y repetitivo y el orador comienza a palidecer, inclina la cabeza y la reposa sobre el estrado. Se hace el silencio. Se acerca un médico, le toma el pulso y sentencia: «el conferenciante lleva tres días muerto».

El escritor Félix Grande tomó prestada la anécdota que escuchó una vez de los labios de Fernando Quiñones para ensalzar la figura y el espíritu infantil del poeta gaditano, durante el seminario que la fundación que lleva su nombre desarrolla estos días en Chiclana con motivo del décimo aniversario de su muerte. «Tuvo la grandeza de ser adulto sin traicionar la angustia de su adolescencia y el estupor de la infancia», relató el compañero y amigo de Quiñones. La mirada primaria de un creador adulto, el amor a la palabra y la fidelidad a unos principios forjados en la pobreza hicieron del gaditano un escritor de «raza». Idénticas cualidades convirtieron al literato en una guía del flamenco. Nada era fortuito en él ni en su existencia. «Él sabía que las palabras están ahí para servirlas. Han sido puestas de pie o de rodillas por los grandes capitales de la poesía española y sacramentadas por la saliva de billones de personas. Yo lo sé ahora, Fernando con 25 años», destacó Grande durante el acto, que fue presentado por el poeta y cantautor Miguel Ángel García Argüez.

Tampoco fue casual el encuentro de Quiñones con el flamenco, estaban «destinados a encontrarse». Por necesidad. Por sabiduría compartida. «Es una música que conoce el desamparo, el miedo, la explotación, el hambre y la maldad- recordó el crítico y poeta- en ella se entra para buscar consuelo». Después de más de diez años de ausencia, el amigo se pregunta si Fernando hubiese sido capaz de sobrevivir sin la compañía del cante jondo y las letras. «No lo hacía de forma profesional pero estaba convencido de estar asistiendo a uno de los unos acontecimientos culturales más importante para la historia de España», subrayó Félix Grande durante la charla.

También contó historias divertidas de su colega, el valiente que se atrevía con la cúpula del partido socialista de Puerto Rico o hacía peticiones hilarantes a un miembro de la Academia que otorga el Nobel. Así era el homenajeado. El escritor voraz, el loco por el flamenco, el amante de la vida, Fernando niño, Quiñones en grande.

La vigencia de su obra

La conversación con Félix Grande estuvo precedida por una mesa redonda que analizó la vigencia de la obra de Fernando Quiñones después de diez años de su desaparición. El debate, moderado por el redactor de LA VOZ Daniel Pérez, contó con el poeta, músico y periodista José Ramón Ripoll, la doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz, Nieves Vázquez Recio, y del literato Alberto Porlan. Entre los tres dibujaron la rasgos actuales que definen la prolífica producción del escritor gaditano, evocaron su perfil más personal, recordaron las claves de su estilo y avanzaron los secretos que puede desenmarañar un lector joven que se acerque a sus historias.

Los integrantes de la mesa también estudiaron la preocupación de Quiñones por la supervivencia de sus textos. «Diez minutos», completó después Félix Grande. Diez años después su obra y el autor siguen respirando