ASÍ LO VEO

La vida sigue y sigue casi igual

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La vida sigue igual, lo decía Julio Iglesias. Ni se ha refundado el capitalismo, ni mucho menos el socialismo. Visto lo visto, ahora empiezo a entender los errores de diagnóstico del partido del Gobierno en relación con la crisis. Pepiño Blanco sintetiza la cumbre como más Estado y menos mercado. Sí esa es su conclusión, no me extraña que en el mes de junio del presente aún pensara que España seguía jugando la Champions League de la economía. Nuestro presidente del Gobierno entró en el avión que lo llevaría a la cumbre más alta como un auténtico gallo de pelea, parecía el gallo de Morón, vamos que pensaba destrozar ideológicamente al águila del imperio americano en el reñidero político y entró de vuelta en el avión como el más tierno y enternecedor de todos los bambis de Waltsdisney. A pesar de todo, la vida sigue casi igual, eso no lo decía nuestro cantante más internacional, pero lo digo yo.

ZP ha sido francamente cauto en la cumbre, no ha dicho lo que piensa y ha dado la sensación de aplicar el sentido común con la consigna de luchar por la cooperación y la coordinación internacional. El problema que subyace y que le llevó a Washington, la crisis, es lo suficientemente grave como para hacer politiqueo.

Efectivamente, la crisis es de una envergadura desconocida y desde luego no ha tocado fondo ni mucho menos. Como crisis financiera no ha habido otra igual desde la de los años treinta y como crisis global, no ha tenido parangón con ninguna desde los años setenta. A fecha de hoy, los Gobiernos y los Bancos Centrales han logrado contener los devastadores efectos que se ciernen sobre todos nosotros, evitando el colapso económico global y total. Muchos bancos han sido intervenidos entrando el Estado en su capital o han sido mantenidos a flote otorgándoles astronómicos créditos. A su vez, los Bancos Centrales han comenzado a bajar los tipos, pero ello no ha arrastrado al interbancario, que sigue estando alto. Además, los bancos están paralizados, agónicos, debido a una espectacular deuda y a la falta de confianza existente en el sector. La situación se agravará si persiste en el tiempo, en cuyo caso terminaría arrastrando y arrasando a la economía real. La sintomatología comienza a vislumbrarse, las empresas no pueden acceder al préstamo, se ralentiza hasta pararse la producción o la prestación de servicios y el trabajo comienza a sobrar en las empresas, empieza a producirse una espiral de despidos colectivos y de cierres empresariales, pasando de ser un problema económico, a un auténtico drama social. La recesión se ha instalado definitivamente en nuestras vidas, lo que incidirá de nuevo, como si fuere otro apretón de rosca en la economía financiera. Ésta a su vez dejaría sentir sus influjos negativos en la economía real y así sucesivamente.

La dimensión de la crisis española supera la de la mayoría de países europeos. La forma de medirlo consiste en cuantificar el nivel de deuda de las economías familiares y el tamaño de la burbuja inmobiliaria. Y menos mal que los bancos han pasado el examen de solvencia, a pesar que sus niveles de endeudamiento pueden y de hecho lastraran su desenvolvimiento a corto y medio plazo desde luego. Así es que analicemos las alternativas según el escenario definido y explicitado. ¿Keynes o Friedman?, esa es la cuestión. El primero invocaba en su Teoría General que cuando el trabajo y los recursos escasean, la forma de poner en marcha la economía de un país haciéndolo crecer es incrementando el gasto en obras públicas o infraestructuras. Pero hasta la fecha, el Estado español se ha limitado a anunciar el plan de rescate de la banca, lo que exigirá la emisión de deuda pública para poder financiarlo, lo que incidirá en un futuro más próximo que lejano, supongo que negativamente, en los tipos de interés y en el sistema impositivo. Por todo ello, presumiblemente la alternativa certera estará en el segundo. Así es, Friedman representante del monetarismo por excelencia, defensor a ultranza del libre mercado, pero también de su adecuada regulación en la búsqueda de la eficacia y la eficiencia, escribió que «la clave para el estado de la economía es la salud de los bancos. Pase lo que pase, los gobiernos no deben dejar que quiebren». La banca es el epicentro del sistema económico, el que hace posible que el resto del sistema funcione, que el tejido productivo superviva. Lo que no es extensible al resto de los sectores económicos.

Por eso hay que decir con claridad ¿se acabó!, ni un euro más para ayudas, es materialmente imposible subvencionar toda la economía. Y por último, transparencia en la justificación del rescate de la banca, ello sin perjuicio de exigir responsabilidades a sus gestores por sus desatinos y cobrar lógicamente lo prestado.