MANUEL ALEXANDRE ACTOR

«Sigo trabajando, pero por amor al dinero»

El actor, que a sus 91 años interpreta el papel de Franco en '20-N' (Antena 3), admite que nunca le ha interesado la política

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Manuel Alexandre interpretará el papel del dictador en 20-N: los últimos días de Franco, la película rodada para televisión que hoy emite Antena 3 y que narra el agónico último mes y medio de la vida del generalísimo. Dirigida por Roberto Bodegas, esta producción está construida a través del punto de vista de distintas personas cercanas a la figura de Franco, la familia y el equipo médico que estuvo a su cargo. Participan también Vicky Peña (Un paso adelante, Manolito gafotas) en el papel de Carmen Polo, Fernando Cayo (El orfanato), en el del entonces príncipe Juan Carlos, y Voro Tarazona, que da vida a Arias Navarro. Para Alexandre, de 91 años, con más de 300 películas a sus espaldas y otros tantos programas de televisión, entre ellos la serie Los ladrones van a la oficina, éste es un trabajo más. No le interesa hablar de política, no ve la televisión y nutre sus días leyendo y acudiendo a sus tertulias del Café Gijón, con su amigo Álvaro de Luna.

-¿Cómo se ha sentido en la piel de Franco?

-Bien, me lo aprendo, hago lo que me dice el director y listo.

-¿Qué recuerda de Franco?

-Muy poco. Como era el gobernante, había que hacer lo que mandaba, y nada más.

-¿Cómo se vivía entonces?

-Cuando tenía trabajo y ganaba dinero, muy bien. Y cuando estaba parado, jodido.

-Usted tendría 17 años cuando se proclamó la República. ¿Qué recuerda?

-Nada, que había jaleo en la calle y esas cosas.

-Nunca le interesó la política, entonces.

-En absoluto, sigo con el mismo rechazo a la política. ¿Que hay una diferencia entre una dictadura y una democracia? Naturalmente, pero para mí no es esencial. Lo es para quienes viven de eso.

-¿A los 91 años sigue trabajando por amor a su profesión?

-No, no, por amor al dinero. Pero me gusta trabajar en lo mío.

-Después de 300 películas, se supone que debería tener usted un retiro desahogado.

-Desahogado no, porque he hecho muy pocas películas de protagonista, sólo las dos o tres últimas. Si hubiera empezado con primeros papeles tendría una mayor comodidad. Pero así tengo que hacer todo lo que me sale.

-No es fácil ser actor en España.

-Es ingrato porque no se estima el trabajo que se hace ni pagan bien a los actores.

-¿Cómo empezó en esto?

-Yo trabajaba en un taller de fontanería con mi padre y quería ser abogado porque se hablaba en público. Lo más cerca que encontré fue ser actor.

-Pero la televisión sí paga bien.

-Si tienes un buen trabajo, sí. Estuve más de cuatro años en Los ladrones van a la oficina, aparte de los quinientos programas en los que he intervenido, y he ganado algo corriente.

-¿Quién ha sido el mejor actor que ha dado España?

-Yo no digo nada de nadie porque no quiero hacer desprecio a quienes no nombre.

Gran lector

-¿Cómo es su vida ahora?

-Me voy con mis amigos de la tertulia del Café Gijón y charlamos. Hablamos de la vida y de lo que estamos leyendo. Estoy al margen de la actualidad, no veo televisión ni leo periódicos. Libros sí, habré leído miles.

-¿La vida de los mayores es un tiempo de recuerdos y melancolía?

-Claro, sale la tristeza de lo que se ha ido. Cuando eres joven no estás solo nunca, con las tertulias me acostaba a las tres de la mañana. Ahora sí vivo esa soledad.

-¿Tiene algún deseo que cumplir todavía?

-Seguir viviendo. ¿Qué más puedo querer!

-No se ha casado ni ha tenido hijos. ¿Vino la vida así o ha sido por voluntad propia?

-Estuve quince años con una mujer, pero sin casarme. Y no he querido tener hijos porque me daba miedo pensar que podrían ponerse malos. Soy muy aprensivo.

-¿Cuál es el secreto de su longevidad?

-Siempre me dicen que me cuido mucho en la comida, pero a mí no me gusta la fruta ni la verdura. He fumado mucho, porque he sido jugador. Ahora ya, nada. Lo único que estimo en la vida es la salud. Yo daría lo que fuera porque no me faltara nunca, y por morir como mi padre, a los 101 años. Un día mientras comía se le paró el corazón. Mi hermana le dijo: ¿Qué tal está la comida? Y ya no contestó.