SALUDO. Bush da la bienvenida al presidente José Luis Rodríguez Zapatero. / EFE
Economia

«Encantado de verte»

Bush dio las «gracias» a Zapatero por asistir a la cumbre, tras mantenerlo cinco años en el ostracismo político

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Tras casi cinco años de espera, José Luis Rodríguez Zapatero cruzó el viernes el umbral de la Casa Blanca, donde le esperaba el presidente George W. Bush, que hasta ahora le había mantenido en el ostracismo político por retirar unilateralmente las tropas de Irak. La ocasión era la cumbre financiera para rescatar la economía global, así que no era momentos de nuevos despechos: «Gracias, por venir, estoy encantado de verte», le saludó Bush.

Para el anfitrión era un saludo más, el octavo que dirigió esa noche a un jefe de estado, precedido del que le había extendido a Angela Merkel, aunque el primero en llegar había sido Silvio Berlusconi y el último Luis Inácio 'Lula' Da Silva. No hubo más que palabras de cortesía, porque a continuación los invitados pasaron a una sala donde firmaron el libro de honor de la Casa Blanca. Tras las presentaciones, llegó la hora de la cena, de cuyo menú se encargó la oficina de la Primera Dama, y que incluía vinos de California de 300 dólares la botella.

A Zapatero le tocó sentarse entre la canciller alemana Angela Merkel y el primer ministro holandés Jan Meter Balkenende, pero éste no llegó, después de haber peleado duramente la plaza al igual que España. Nada más aterrizar en la base de Andrews recibió la noticia de que su padre había fallecido, por lo que desde el mismo avión telefoneó a Bush para presentarle sus excusas y voló de vuelta a casa.

Los mejores 20 años

Zapatero aprovechó su pequeña intervención para congraciarse con el anfitrión al que ha despechado en estos últimos años, y que ahora anda preocupado por la credibilidad del capitalismo salvaje que siempre ha defendido su país. Bush sonrió complacido cuando el español recordó que «los últimos 20 años han sido los mejores de la economía mundial».

Nadie cuestionó la presencia de Zapatero en las charlas que mantuvo con el resto de los invitados. Había salido del Hotel Mandarín Oriental a las 6:35 de la tarde, y las 10 de la noche ya estaba de vuelta.

Su caravana escoltada no tuvo que sufrir los atascos que vivía Washington esa noche con tantas calles cerradas al tráfico por las medidas de seguridad.

Pero algunos de sus más estrechos colaboradores sí sufrieron el caos de acreditaciones en el que estaban sumidos los servicios secretos, que trabajaron toda la noche para completar las 1.600 solicitudes que debía haber entregado el viernes. Muchos periodistas se quedaron sin ella, además de personal de la comitiva presidencial.

Juraban que no era nada personal, como tampoco lo era el hecho de que la bandera que acompaña al asiento de Zapatero fuera la de la UE y no la de España, que sin embargo sí figuraba en la mesa de trabajo de la delegación. Una forma de recordar que España estaba allí de prestado en el asiento cedido por Nicolás Sarkozy, que el Gobierno español espera seguir disfrutando en la próxima cumbre de Londres, aunque haya un cambio de presidencia en la UE.