ORATORIA. Palin se dirige al resto de los gobernadores republicanos estadounidenses reunidos en Miami. / REUTERS
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Los republicanos revisan sus errores en la convención de Miami

«Nos han despedido con motivos», admiten en medio de una crisis en la que Palin se postula como nueva líder

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En la sala del hotel Intercontinental de Miami, donde estos días celebra su convención la Asociación de Gobernadores Republicanos, flotaba ayer la convicción de que el próximo líder del partido se encontraba entre ellos. Para determinar el ramillete de candidatos bastaba con mirar hacia el podio en busca de los más locuaces, aquellos que ofrecían sus recetas para sacar a la formación conservadora de la crisis.

La estrella indiscutible era Sarah Palin, que reaparecía en la escena nacional de vuelta a su papel de gobernadora de Alaska, pero como clara favorita para liderar ese intento de retomar la Casa Blanca en 2012. Algo que no descarta. «Sería una tontería por mi parte», reconoció.

Su primera misión fue repasar todas las cadenas de televisión para lavar en público la larga lista de trapos sucios que altos funcionarios de la campaña han sacado a relucir anónimamente a partir de la derrota. Que si África era un país en vez de un continente, que no sabía nombrar todos los países de Norteamérica, que forzó a sus ayudantes a seguir comprándole ropa con sus tarjetas de crédito personales... «Gente mala y mezquina», en palabras de la numero dos de McCain, que con esa operación de relaciones públicas deja atrás las acusaciones y pasa al siguiente objetivo de hacer los deberes para tener buenas notas que presentar en la próxima campaña.

«Ahora somos el partido minoritario, pero no nos convirtamos también en el partido de los negativos, demasiado dispuestos a encontrar faltas o indispuestos para ayudar», les sermoneó la ex candidata a vicepresidenta, que aboga por cooperar con la futura Administración de Barack Obama. «Perder las elecciones no debe significar que perdamos el rumbo», resaltó la gobernadora de Alaska.

Públicamente no la culpaban a ella o a John McCain de la peor debacle electoral que haya sufrido el Partido Republicano desde los años treinta, sino más bien a las circunstancias económicas y la impopularidad del presidente George W. Bush. La cortesía general no impidió que sus rivales políticos deletrearon claramente los errores.

«No podemos competir, ni menos prevalecer, como partido gobernante si tenemos un déficit significativo, como tenemos, entre las mujeres, los hispanos y los afroamericanos», entonó Tim Pawlenty, de Minesota, uno de los estados que ha cambiado de color en las últimas elecciones.

Su nombre era el más comentado para candidato a vicepresidente antes de que Sarah Palin fuera elegida, pero también el de Louisiana, Bobby Jindal, de ascendencia india, que a sus 37 años es el más joven de los 21 gobernadores conservadores, y resultó igual de severo en su discurso: «Nos han despedido con motivos», sentenció.

El gurú de las encuestas y las comunicaciones Frank Luntz les señaló por qué habían perdido también a los jóvenes: «Obama tiene diez millones de correos electrónicos», dijo agitando su Blackberry, «y nuestro candidato no sabe ni cómo usar esto».