Afganos muestran los restos de un coche tras un atentado. / REUTERS
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Los afganos dudan de que la OTAN pueda acabar con los talibanes

La sangría diaria de atentados se cobra otras veinte vidas de civiles

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Mientras la oferta para un diálogo de reconciliación nacional sigue sobre la mesa, la comunidad internacional espera los movimientos de Washington para conocer la nueva estrategia sobre Afganistán. La misión actual parece exhausta tras siete años de lucha en los que el alto número de víctimas civiles provocado por las tropas de la coalición ha sembrado la desconfianza entre una población local, que duda de la capacidad de la OTAN para derrotar a los talibanes por la vía militar.

La guerra afgana no tiene tregua y el frente asimétrico planteado por la insurgencia volvió a demostrar ayer su capacidad para operar en el mismo corazón del país. Veintiún muertos, entre ellos un soldado norteamericano, y más de sesenta heridos es el balance provisional del atentado suicida llevado a cabo al paso de un convoy de vehículos estadounidenses por las proximidades de la localidad de Jalalabad, en el este.

El ataque se produjo cuando un kamikaze estrelló su vehículo cargado de explosivos contra la columna militar, que en ese momento cruzaba un popular mercado de ganado en el distrito de Bati Kot, una zona en la que resultaban extrañas este tipo de acciones.

Al igual que ocurriera con la acción terrorista que costó la vida a los soldados españoles Rubén Alonso Ríos y Juan Andrés Suárez el pasado domingo, los talibanes se atribuyeron inmediatamente la autoría. Las agencias locales apuntaron a una facción conocida como Tora Bora Mujahidin, que empieza a cobrar importancia en las inmediaciones de Kabul durante las últimas semanas. Jalalabad es la ciudad más importante en la ruta que une Afganistán con Pakistán, una vía cuyo control resulta imprescindible para el abastecimiento de la población y de las fuerzas internacionales.

Mientras el frente principal de batalla se mantiene en el sur, en la zona tribal que une el país con la vecina Pakistán -donde también perdieron la vida dos soldados británicos tras una explosión en Helmand-, el oeste y este del país tampoco se libran de una inestabilidad que no decae pese a la proximidad del invierno.