INTACTO. En un carril aún se acumula mobiliario, ropa y lodo desde hace un mes porque las máquinas no pueden entrar. / CRISTÓBAL.
Jerez

Los efectos del pequeño 'tsunami' de Magallanes bajo

Catorce familias la barriada de La Barca continúan esperando las ayudas Creen que si no toman medidas puede repetirse la catástrofe de hace un mes

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Ha pasado un mes desde que aguas torrenciales corrieran a velocidad de crucero y a una altura de dos metros por el carril principal de Magallanes bajo. Pero todavía quedan muchas secuelas de un aguacero que ha dejado a catorce familias con las viviendas patas arriba, llenas de barro y cañizos que después de un arduo trabajo comienzan a desaparecer.

Pese a todo, el panorama es desolador y difícil de olvidar, especialmente para las dos familias que viven permanentemente en esta barriada de La Barca de la Florida, ya que aseguran que sus vidas corrieron un serio peligro. Samira aún llora recordando el momento de miedo que pasaron ella, su marido José Ángel y su pequeña hija de 11 años: «Casi nos mata el agua. Vivimos aquí desde hace ocho años y nunca había pasado nada igual. A las ocho de la mañana intentamos salir pero el carril tenía ya un metro de agua y volvimos a entrar esperando que bajara el nivel pero lo que vino fue una ola de dos metros de altura que empezó a llevarse todo lo que encontraba por delante y entró en nuestra casa. Tuvimos que subirnos en la encimera de la cocina y aún así nos llegaba casi a la altura de la rodilla a mi y a mi hija, mientras mi marido nadaba por las habitaciones para salvar algunas cosas».

José Ángel añade que «fue una pérdida de tiempo porque todo lo que cogía se caía al agua. Hasta las cuatro y media, que llegó la Guardia Civil con una excavadora grande, no pudimos salir. No podían abrir la puerta por el agua que había dentro y tuvieron que abrir un agujero en la pared para entrar y sacarnos, junto a los tres perritos que tenemos, pero la excavadora volcó un poco más adelante porque metió una rueda en una zanja que se había hecho en el camino, aunque al menos salimos andando».

Momentos de angustia

Un mes después sobreviven en la primera planta de la vivienda que han habilitado mientras organizan como pueden la zona más afectada. Un testimonio similar aporta Mercedes Pardo, que sufrió un gran momento de angustia porque su hijo se encontraba durmiendo ese día en el interior de la vivienda, mientras que ella había salido a comprar algunas cosas. «Mi hijo se salvó de milagro porque ya tenía el agua por la rodilla cuando se reventó la bombona de butano y soltó una llamarada por la ventana de la cocina que le impedía salir. Al final salió a nado porque el agua superaba el metro setenta, con muchos arañazos de las ramas de los árboles. Pasé un pánico tremendo pensando que se había ahogado. Para que os imaginéis la velocidad del agua que entró en la casa os digo que tengo un piano que está volcado bocabajo».

Mercedes reconoce que «esto es un hoyo pero no es normal lo que ocurrió. Yo vivo aquí desde hace 26 años, me he gastado toda mi herencia aquí y ahora tengo que vivir en otro sitio mientras no haya una solución. Nunca había visto algo así. Todo ocurrió de repente y creo que además de la lluvia tuvo que producirse la rotura de una presa», como ocurrió hace 15 años, una teoría que corroboran varios vecinos que pasan largas temporadas en su segunda vivienda. Algunos incluso apuntan a que este agua provenía del embalse de Jédula porque «pese a que cayeron 240 litros, el agua de lluvia no provoca una catástrofe así en sólo 20 minutos. Las inundaciones normales son de 10 centímetros, cuando se desborda un poco el arroyo, no de casi dos metros».

En este sentido también apuntan los vecinos que se ha construido una nave en el cauce de un arroyo cercano y por eso el agua salió por el carril principal. «Ahora ya se puede entrar pero fue una avalancha tremenda, parecía un pequeño tsunami, aunque hay calles que todavía están anegadas», asegura Salvador, a lo que añade José Moreno que «este problema se volverá a repetir con las próximas lluvias si no se toman medidas. Hay que limpiar los matojos del arroyo para evitar que vuelva a salir el agua por aquí». Sin embargo, las máquinas no han podido entrar aún a limpiar algunas viviendas situadas en un carril donde aún se acumula todo el lodo, junto a restos de mobiliario de las casas. Esperan soluciones porque «cuando pasa el tiempo las cosas se olvidan y quedan en nada».

jaguilar@lavozdigital.es