CRÍTICA DE TV

Oratoria

Para ser un nuevo líder debes tener un nuevo discurso. No sólo en el contenido, también en la forma. El qué dices y cómo lo dices según el caso. Barak Obama no vende únicamente en términos de marketing político una cara, una imagen, sino una nueva forma de comunicarse con sus votantes y, ahora, la ciudadanía bajo su Gobierno. Quien ha oído o incluso quien sólo ha leído su discurso tras consumarse su victoria han podido sentir que hay un aire nuevo en sus palabras, una nueva forma de decir las cosas, de llegar a la cabeza y la mente de los ciudadanos, convencidos de que existe una nueva palabra que abre un nuevo camino.

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El arte de la oratoria ha sufrido en nuestros últimos 50 años de Historia tal caída en sus calidades que el descubrimiento de los niveles en los que se mueve la política del discurso estadounidense puede sorprender. El franquismo hizo antiguo y hueco ese arte, y desde la Transición se ha ido limpiando y limando hasta dejarlo insípido. Desde los discursos de la esperanza segura de Adolfo Suárez a nuestros días apenas queda otra flor en esa ruta. En Estados Unidos, hay artistas en la cuestión que pueden hasta levantar la imagen desdibujada de un presidente. Recuerdo cómo Bush padre salió crecido con estatura de presidente de la convención de Nueva Orleans de 1988 gracias a una operación de alta gramática a cargo de Peggy Noonan. Como conservo vivamente en la memoria la pieza oratoria de un arrasador Edward Kennedy, que con su verbo estuvo a punto de reventar la convención demócrata que en el 80 volvió a elegir a Jimmy Carter antes de que éste acabara pisoteado en las urnas por Ronald Reagan.

Ahora Obama se ha entregado a un discurso demócrata trufado de acento a lo lutherking. Para que su propuesta de cambio estuviera envuelta en el perfume de la épica popular. Tienen modales, verbo y mirada de líder. Un mundo tenso, con expectativas disminuidas y en tránsito espera acunarse en sus palabras para verse motivado. La política se hizo verbo, y el verbo entusiasmó para la acción. Que no decaiga hasta el 20 de enero, cuando otra pieza de oratoria fina desgranará lo que el presidente Obama diseña para su país y para el mundo.