DESENCUENTRO. McCain se dirige a los simpatizantes republicanos durante la noche electoral. / AP
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Sarkozy provocó la ruptura

La derrota ha sacado a la luz las desavenencias entre Palin y McCain, quien se sintió traicionado cuando su número dos desveló sus aspiraciones presidenciales

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Ella es una dama y no pudo responder como Fidel Castro. Pero también cayó, como el ex presidente cubano. «¿En qué caí, comemierda? ¿En qué caí, mariconzón?», contestó, colérico, el eterno líder revolucionario al comprobar que una radio de los exiliados de Miami le engañó con una falsa comunicación con Hugo Chávez. Corrían los últimos días de 2003.

Cinco años después la víctima fue Sarah Palin. El gancho, Nicolas Sarkozy. La gobernadora de Alaska descolgó con entusiasmo el auricular para atender una llamada de un humorista de una emisora canadiense que se hizo pasar por el presidente francés. En ningún momento detectó la broma. Ansiosa de ampliar su experiencia internacional, hasta entonces limitada a la parte de Rusia que veía desde su porche -como ella misma confesó-, ni siquiera se percató del extraño acento galo del humorista. «Gracias por llamar. McCain y yo sentimos respeto por usted. Le queremos», se sinceró.

Durante la comunicación, que se prolongó durante seis minutos, comprobó que Sarkozy, bueno su imitador, compartía su afición a la caza. «Me encanta matar a esos animales, sacarles la vida. Es tan divertido», dijo Palin. Pero también quiso mostrarse recatada y prometió al inquilino del Elíseo que «dispararía con cuidado» para evitar que le ocurriera como al hombre al que pretendía sustituir, el todavía vicepresidente, Richard Cheney, que hirió por error a un compañero de montería.

Una más de las anécdotas de la número dos republicana si no fuera por algo que también dijo a Sarkozy y que molestó sobremanera al candidato del partido del elefante. «Quizás en ocho años llegue a la presidencia», confesó.

Según The New York Times, desde entonces McCain y Palin apenas se hablan. Las discrepancias también se han trasladado a sus respectivos equipos de campaña, según el rotativo, que habla asimismo de una guerra civil. El senador por Arizona se sintió traicionado por las aspiraciones políticas de su compañera de ticket, que hasta que él se fijó en ella era una gobernadora desconocida. Su amistad ya es imposible. El veterano de Vietnam apenas citó a Palin durante el discurso con el que reconoció la derrota. De hecho, sólo la nombró en una sola ocasión.

Defraudado

Otras fuentes señalan que McCain ya se mostró defraudado poco después de que se acallaran los silbidos de éxito de la convención de Denver. Sus asesores le trasladaron pronto su preocupación y detectaron que la ex Miss sería, en realidad, una piedra en el camino hacia la Casa Blanca. Sus controvertidas declaraciones sobre política internacional o los errores sobre las atribuciones de su cargo midieron su verdadera entidad. Luego llegaron los escándalos nacidos en su Alaska natal, los 116.000 euros que se gastó para retocar su imagen, sus desafortunadas intervenciones televisivas...

En fin, el Partido Republicano se enfrenta a un mañana incierto. «Tenemos que hacer limpieza antes de que podamos pedir a los estadounidenses que confíen nuevamente en nosotros», señalaba ayer el senador Jim De Mint. La escoba se llevará sin duda a McCain. ¿Palin? De momento dice que su único plan para 2012 es matricular en la escuela de su Wasilla natal al más pequeño de sus descendientes. Eso sí, si le pregunta sobre la Casa Blanca, todavía sostiene que «ya veremos».

Son bastantes quienes le alientan. Sobre todo desde ese sector evangelista que se niega a ceder las riendas de la formación. «Tiene estatura nacional y le adoran todos los conservadores, pero ¿quiere quedarse en su hogar y ser una gobernadora local, o intentar desempeñar un papel en el escenario de todo el país? Ella tiene que elegir», mantenía ayer Bill Whalen, investigador de la más que comprometida Hoover Institution, nacida en honor al ex director del FBI. Si le dejan decidir, vuelve.