ANÁLISIS

Una relación amor-odio

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abaña es uno de esos tipos a los que les cuesta disimular sus devociones y antipatías, y Pilar Sánchez, digamos -y no descubro nada- que nunca ha estado entre sus debilidades. El sentimiento, que además es mutuo, tuvo su máxima expresión en aquellos meses del pacto entre el PSOE y el PSA en los que Cabaña se ponía casi siempre de parte de Pacheco en las habituales broncas de los socios. En aquellos tiempos llegó a bautizarlo, lo recordaran, como El Inmatable, y esa magnífica relación de ambos puso a Pilar varias veces al borde de la úlcera de estómago. Después de aquello, el mal rollito ha seguido siendo la tónica habitual en el negociado Sánchez-Cabaña, algo que ha quedado reflejado, por ejemplo, en las escasa representación de los socialistas jerezanos en los órganos de poder del partido en la provincia. Entre el presidente y la alcaldesa hay un telón de acero que sólo cae cuando está en juego el proyecto común, cuando hay que dar lustre a las siglas de la casa, cuando se le puede dar una estocada al PP. Entonces, surge la profesionalidad más pulcra y el odio se vuelve amor. Y eso fue lo que pasó ayer.