DYLAN. El material se centra en dos de sus mejores discos. / L. V.
Cultura

El crédito del pasado

En plena controversia creativa, Bob Dylan lanza el octavo volumen de 'The Bootleg Series', centrado en el periodo comprendido entre 1989-2006

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Sólo los fans, muy fans, se resisten a reconocer el declive. Únicamente la ofuscación del incondicional y el excesivo empuje de la nostalgia impiden admitir no ya un estancamiento sino un retroceso creativo que pone en entredicho el pulso presente de un genio que ha trascendido durante décadas los límites propiamente musicales para ocupar destacadas -y, a menudo, indeseadas- parcelas de influencia social y cultural. Su cada vez más espaciada y discreta producción discográfica sumada a conciertos de trazo grueso donde una pretendida energía parece querer ocultar cualquier signo de monotonía -sin ir más lejos, el que ofreció en Jerez en julio- son síntomas evidentes de que la salud artística de Bob Dylan no es, ni mucho menos, la deseada. Sí, Dylan también sufre los rigores de la crisis.

Prescindiendo de meras y manidas acotaciones estéticas derivadas de sus 67 años (su voz, la primera), el problema parece radicar en una cuestión de aplicación de un concepto que Dylan siempre tuvo meridianamente claro y que ahora denota un ataque de conservadurismo. Obsesionado desde siempre con la sencillez de las raíces del blues, el country y los himnos religiosos, sus viejas y nuevas canciones parecen forzadas a pasar ahora por un filtro cuya gradación Dylan siempre tuvo la destreza de regular con exactitud y genio pero que de unos años a esta parte parece restringido a un primitivismo estético más constreñido que benefactor. En otras palabras y por abreviar: mientras que en sus años de gloria -no muy lejanos: sólo hay que remontarse a Time Out of Mind (1997)- Dylan supo llevar la tradición musical norteamericana a su territorio, en el tiempo reciente sus canciones se han visto obligadas a devolver la visita y, guiadas por el criterio del artista y previo pago de peaje, desplazarse hasta el espacio y arquetipo de la música tradicional estadounidense. Mucho más comunes, compartidos y, por lógica, estandarizados que su personal universo.

Material inédito

Así las cosas, las más interesantes apariciones discográficas de Bob Dylan durante el último decenio están ligadas a los sucesivos volúmenes de The Bootleg Series. Una colección de álbumes que escarba en los ricos archivos de su compañía discográfica de casi siempre -Columbia- para arrojar luz sobre canciones e interpretaciones hasta ahora inéditas, registradas tanto en estudio como en directo.

La octava entrega de la serie acaba de saltar al mercado con el título de Tell Tale Signs. Rare and Unreleased 1989-2006 (Columbia; 2008) y centra su objetivo justamente en estos años en los que el artista de Duluth ha ido dejando señales de su ocaso. Un doble CD, acompañado de un libreto, en el que Dylan demuestra su grandeza -también su olfato- a través de una selección concentrada básicamente en dos de los mejores, y más lejanos en el tiempo, álbumes del periodo: Oh Mercy (1989) y el citado Time Out of Mind, prescindiendo por completo de Love and Theft (2001) y casi de un Modern Times (2006) elogiado prematuramente en su momento y erosionado por el paso del tiempo. Aportaciones a bandas sonoras, más inéditos y directos completan un notable recorrido por el Dylan más inspirado de su crónica reciente, inteligente y lúcido hasta a la hora de perfilar las luces y esconder unas sombras de las que Mr. Zimmerman es -seguro- plenamente consciente.