LA HOJA ROJA

Impresiones y recuerdos

Cada vez cuesta más mantener una conversación en esta ciudad en la que no aparezcan los términos «crisis» o «Bicentenario».

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Cada vez cuesta más mantener una conversación en esta ciudad en la que no aparezcan los términos «crisis» o «Bicentenario». La última semana se habló mucho del tiempo, que es lo dicen que hacen los ingleses cuando no tienen nada que decir o cuando quieren marcar distancias con sus familias políticas y sus vecinos. Y el tiempo nos trajo inevitablemente dos cuestiones relacionadas una vez más con la crisis y el Bicentenario. ¿Y si cae una tromba de agua en el doce? (Momento efeméride: el 19 de marzo de 1812 caían chuzos de punta.) ¿Y si no da tiempo a que se termine todo lo que está empezado y lo que está por empezar antes del Doce? (Momento efeméride, de nuevo: muchos diputados doceañistas tuvieron que alojarse en casas particulares ante la escasez de pensiones.) Son preguntas a las que añadiría cualquiera con dos dedos de frente ¿Habrá vida después del Doce? Quizá Iker Jiménez tenga que dedicar otro programa a los fantasmas de Cádiz, pero esta vez a los de verdad, a los que se mueven por los despachos

Hablar no cuesta dinero, o sí. Pregúntenle a Barroso cuando termine de declarar en la Audiencia. Lo que cuesta dinero son otras cosas, como la cesta de la compra, y eso que parece ser que tenemos la más barata del país. Hay cosas que no se entienden, una dónde compran los que dicen que la compra en Andalucía nos supone un ahorro de cuatrocientos euros al año; otra, el anuncio de que los gaditanos atesoramos más de once mil millones de euros -lo siento, hace años que desistí de convertir a pesetas cantidades superiores a los diez euros- en los bancos. Con tanto ahorro los doce millones de pérdidas del temporal son el chocolate del loro. Y porque siempre es lo mismo -ya saben, virtual y real- conviene hacer unas cuantas apreciaciones. Si ni usted ni yo ahorramos los cuatrocientos euros en la compra, si ni usted ni yo formamos parte del club de los once mil millones, ¿dónde hay que quejarse?

Pero como no sólo de pan -ni de la cesta de la compra- vive el hombre, hay momentos en los que uno cuestiona lo de la apatía y el desinterés del gaditano. La pasada semana, ya lo saben, abarrotamos la plaza de la Catedral para ver volar a los actores de la Compañía de Espectáculos Aéreos de Argentina -me preocupa lo mucho que miramos al cielo últimamente, convendría mirar más al suelo, no sé- y anoche abarrotamos los cines de la ciudad para ver el estreno de High School Musical 3: Senior year, que traducido resulta High School Musical 3 a ver cómo acabamos ya de una vez con esto. Como ustedes comprenderán que Troy y Gabriela se separen y se vayan a maravillosas y campestres universidades distintas me trae sin cuidado, pero no dejo de pensar que no hemos cambiado tanto, que la sociedad no ha cambiado tanto, que cuando las cosas interesan -por su propio interés como era el caso de Voilá o por una campaña perfectamente orquestada, como es caso de la Disney- interesan de verdad. Quizá sea la hora de plantearnos por qué no interesa nada el Bicentenario, o por lo menos por qué no interesa nada tal y como está planteado hasta el momento.

Los grandes acontecimientos, entendiendo por grandes acontecimientos los de consumo rápido y ostentoso -comer en el Bulli, asistir a los conciertos de año nuevo en Viena, ir al Roland Garros, celebrar una primera comunión- tienen un público capaz de esperar años y de hacer colas por el simple placer de decir «yo estuve allí». No creo que haya mucha demanda para estar en Cádiz en el Doce, por lo menos de momento. Y no sé hasta qué punto podríamos hacer frente a una demanda, si la hubiera. Esta semana nos hemos enterado de que la Casa del Almirante no podrá ser un hotel de lujo hasta que la promotora no resuelva determinados litigios, lo que supone un tiempo que ya no tenemos. Seguimos en la duda de que Valcárcel pueda estar terminado antes de la celebración, y no sé si la esperada ampliación del Parador estará lista. Mientras, estamos casi como en el Doce -por las lluvias y las plazas hoteleras, digo-. El FIT, sin ir más lejos, tuvo que buscar cobijo más allá de Santiponce intentando recrear, no sin dificultades, el ambiente de Tiempo Libre en Bahía Sur porque no había sitio donde alojar a tanto participante.

La hostelería es un problema, y eso sí preocupa a la ciudadanía, no se crean. El tema está en la calle y en los despachos parroquiales -he dicho bien-. Una buena parte de los gaditanos que tendrán comuniones andan presionando a los curas y no precisamente porque inquiete lo del bebé medicamento -que nombre más feo, como si en vez de un niño hubieran tenido un Nolotil- sino para que digan de una vez las fechas de «tan señalado día» del mes de mayo porque a estas alturas conseguir sitio en Cádiz para reunir a más de cincuenta personas se ha convertido en misión imposible. Conozco familias que han reservado los cuatro domingos del mes en el mismo lugar y con nombre distintos ante la posibilidad de que quedarse sin lugar para el convite. Los hoteles de más renombre ya tienen la agenda ocupada con congresos y con bodas, los restaurantes de moda tienen una lista de espera que ni las Cuevas de Altamira, y eso que estamos a siete meses vista. Impresionante.

Y es que cada uno se impresiona con lo que más a mano tiene. El Príncipe William de Inglaterra se impresionó al conocer a Paris Hilton, hay quien se impresionó con la «Reina de la Cena» -se puede tener mal gusto a la hora de dar un titular- y yo cada año me impresiono más cuando me entero que los Reyes Magos ya no son Melchor, Gaspar y Baltasar. Qué le vamos a hacer.

yolandavallejo@telefonica.net