Berlusconi, orgulloso durante la cumbre de la UE. / AP
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Berlusconi se sale en las encuestas

El presidente italiano alcanza el máximo de su popularidad, un 62%, gracias a su habilidad para el marketing político

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Cinco meses después de ganar las elecciones italianas, Silvio Berlusconi está en el punto más alto de su popularidad. Un 62% de los italianos confían en él, nueve puntos más que en mayo. Los reacios no hacen más que descender: del 46% al 36%. El perdedor es obviamente el centro-izquierda. El Partido Demócrata (PD) de Walter Veltroni, que ya fracasó en las elecciones, sigue en caída libre, y ha pasado de un 38% de respaldo a un 29%. Es la única formación en retroceso. El dato definitivo es que estas conclusiones proceden de una encuesta de Repubblica, el principal diario de oposición.

Parte de la explicación está, por supuesto, en el propio Berlusconi, y la otra, en los italianos. Éstos le votaron en plena desesperación como única solución posible, tras comprobar una vez más que la izquierda era incapaz de gobernar, por estar obligada a unirse en aglomeraciones inviables. Los italianos están hartos de un país desastroso y fosilizado, quieren que funcione ya, como sea. Nadie se preocupa ya de si Berlusconi hace el payaso, controla los medios o tiene procesos pendientes. No es noticia.

Son noticia, en cambio, sus gestos. Hábil vendedor, ha basado su estrategia en golpes de efecto inteligentes y una batería de imágenes claras que transmiten una idea de eficacia. De hacer cosas. Es decir, una novedad para la política italiana. A veces detrás del eslogan no hay nada, pero de momento hay sensación de movimiento. Ejemplo: la crisis de las basuras de Nápoles. Prodi no fue allí en su vida. Berlusconi celebró allí su primer consejo de ministros y vuelve periódicamente. La basura ha desaparecido del centro, aunque todo sigue más o menos igual. El plan previsto funcionará a largo plazo y habrá que ver en qué queda, pero el gesto permanece en la retina.

Test xenófobos

Ejemplo número dos, Alitalia. Fue un problema que contribuyó a crear él mismo, al paralizar la venta a Air France en plena campaña electoral. Luego se ha presentado como su salvador, pero aunque ya nadie hable de ello, Alitalia sigue a punto de quebrar y los empresarios que deben comprarla están posponiendo la operación porque les ha pillado la crisis financiera. Ejemplo número tres: inmigración. Berlusconi, jaleado por la Liga Norte, vendió que había un problema con los gitanos e incluso se puso a censarlos, una decisión polémica en Europa. Pues bien, ayer terminó el famoso censo y nadie dice ni pío. Más que nada porque hablaban de 140.000 gitanos y parece que no hay ni la mitad. Del mismo modo, cuarto ejemplo, aseguró que había una emergencia de inseguridad nacional y envió el Ejército a patrullar las calles. Dio muchos titulares -Berlusconi conoce muy bien cómo funcionan los medios- pero los soldados se limitan a aburrirse ante las embajadas.

Por otro lado, cosas que en su anterior legislatura causaban escándalo ahora pasan por cansancio general. Su Gobierno ha gestado cuatro leyes ad personam. Una para darle inmunidad judicial a él, ya aprobada, y tres para conocidos: una blinda a un ministro imputado, otra salva a varios altos ejecutivos procesados y la última, de esta semana, ayuda al juez Corrado Carnevale, el famoso magistrado que anulaba sentencias de la mafia y opta a la presidencia del Supremo. Está en marcha una gran reforma educativa que reduce recursos y personal y ha movilizado a la escuela pública y la universidad. Anoche hubo una gran noche blanca nacional de protesta. Pero la ministra de Educación, Mariastella Gelmini, es otra de las más valoradas.

Soluciones

Los italianos quieren reformas, soluciones, cambios. Berlusconi, entretanto, no para. Cada día se da un baño de masas. En una discoteca hasta las seis de la mañana o, como el otro día, en un paseo en Roma en el que entró en una sede histórica comunista de Via dei Giubbonari, a reírse de los camaradas. Les acusó de ser unos tristes. La autoestima del PD está por los suelos, pero cuesta comprender su política de oposición suicida. La opción de Veltroni ha sido desaparecer de la circulación. La izquierda italiana sigue sin saber qué hacer durante los próximos cuatro años. Es el ex magistrado Antonio Di Pietro el que ha tomado la calle y hace la oposición dura. La izquierda nunca ha sabido cómo combatir a Berlusconi, porque arremeter contra él favorece su victimismo.