Cartas

Nunca llueve a gusto de todos

Cierto es el dicho que versa que nunca llueve a gusto de todos, pero creo que en esta ocasión ninguno querría que las nubes descargaran de esa manera.

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Ha sido demoledor ver cómo los coches quedaban inservibles. Esos coches que aún ocupan letras y letras en el cajón de la sala a la espera de irlos pagando poco a poco. Ver, impotentes, cómo el agua arrasaba con todo a su paso, ya fuera en Andalucía, Levante o donde fuera, nos ha dolido y sentido igualmente. El agua ha llegado a más del metro de altura, el barro ha sepultado casas, campos y huertos. Las corrientes se han llevado por delante muros, coches y casas. Toda una vida de trabajo y de esfuerzo se han ido por la corriente sin poder hacer nada por evitarlo.

Y ahora ¿qué?, ¿qué sucederá con esas familias que se han quedado sin un hogar en el que criar a sus hijos?, ¿qué hará ese trabajador que ha perdido su coche y era su vehículo de trabajo?, ¿qué harán esos trabajadores del campo con todas las cosechas arruinadas? ¿Qué hará el Gobierno si ahora está inmerso en medio de una crisis que no lo era tanto pero que ahora mismo nos tiene con el agua al cuello?

Quizás, y sólo quizás, sean capaces de asegurar que no han sido tales lluvias, que tampoco han provocado tantos destrozos y sólo quizá se aventuren a asegurar que todo dependerá del prisma del color desde el que se mire. Porque siendo optimista las desgracias se sobrellevan mejor. ¿Estamos locos o qué!

Las lluvias han acabado con familias enteras, se ha cobrado vidas, ha arrasado los campos y ha dejado a multitud de personas sin un hogar ni un trabajo con el que poder subsistir. Puede que estemos en crisis, pero para muchos españoles y para muchos otros andaluces la crisis ha cobrado un segundo plano para dejarle paso a las consecuencias de las lluvias, las asoladoras imágenes que han provocado las tormentas y la impotencia de muchos que vieron cómo perdían su vida sin poder hacer nada por remediarlo.

María Sánchez Fernández. Sevilla