CALLE PORVERA

Reflexiones sobre la paternidad

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os llevamos al menos el primer cuarto de vida bajo el amparo de los padres. Con el paso de los años y teniendo en cuenta la situación actual de la sociedad, en la que cada vez se hace más difícil la independencia total, a lo mejor me quedo corto. Durante este tiempo, y a medida que se produce el crecimiento, vamos soltando vínculos familiares para crear un entorno propio con amigos, pareja, etc. Cuento esta reflexión porque para mí este es un año muy especial por el nacimiento de mi preciosa hija. Tengo que reconocer que a lo largo de mi juventud no he sido un idealista de la partenidad. He sido consciente de que supone una responsabilidad para el resto de la vida y quizá por eso lo he ido demorando, ya que nunca parece el momento adecuado, aunque después de haber dado este paso no tengo ninguna duda de que se trata de un momento inigualable e inolvidable y que además, como se suele decir, te cambia la vida. En apenas dos meses lo he notado de manera considerable porque todo lo que te rodea pasa a un segundo plano de forma inconsciente y natural. Lo primero que hago cuando me levanto es ver como está, esperando una sonrisa o algún balbuceo, que me hace recargar fuerzas para afrontar el día. Afortunadamente en estos algo más de sesenta días de convivencia sólo he recibido momentos de alegría, pero soy consciente de que no siempre es así. Si cualquier detalle favorable que te aporta un hijo lo encumbramos a los altares, también es cierto que un problema serio que le ocurra multiplica sus efectos, más que si eso mismo te estuviera pasando a tí. Estos días he tenido la desgracia de comprobarlo con gente muy cercana y reconozco que no sé si yo estaría capacitado para afrontar una situación similar como lo están haciendo ellos.