COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Carissime fili

Podría hacer contigo lo mismo que hice con tu hermano cuando cumplió siete años porque también el cuatro es un número privilegiado. Cuatro son los elementos, el agua, la tierra, el aire y el fuego, como cuatro son los puntos cardinales y cuatro las estaciones del año. Cuatro son los vientos a los que gritamos y cuatro los jinetes del Apocalipsis. Eran cuatro los fantásticos y cuatro los reyes de la baraja. La prudencia, la justicia, la fortaleza y la templaza son las cuatro virtudes cardinales y es el cuatro el origen de la tetrakis. Podría seguir, porque son cuatro las esquinitas que tiene tu cama, cuatro los angelitos que te la guardan y cuatro los años que cumples. Pero si algo me enseñaste, Pablo, fili mi, es que contigo no me sirven los esquemas. Que no te pareces a nadie por mucho que hayamos rebuscado en ese baúl que es la genética, que no piensas parecerte a nadie por mucho que intentemos poner derechas todas tus ramas.

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Que decidiste venir al mundo cuando te pareció y ni siquiera hiciste el esfuerzo por nacer, porque lo dejaste tan para última hora que tuvieron que nacerte. Que aprendiste a hablar cuando consideraste que el horizonte que señalabas con tu dedo se había hecho más grande. Que pronto adivinaste que poner cara de bueno te evitaba muchos problemas y que no hay nada como la multitud para hacer lo que a uno le venga en ganas. Te estás haciendo mayor y como dicen tus hermanos, no tienes remedio. Después de todo, sabes que una sonrisa tuya bastará para sanarme. Y como algo tienes de cigarra, pasas los días cantando, poniéndole letra a una banda sonora que es sólo la tuya. Sigue cantando, Pablito, hijo mío, porque has comprendido mejor que nadie que el canta sus males espanta.