ESCENARIO VITAL. Margarita Salas, en su laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, de la Universidad Autónoma de Madrid. / JOSÉ RAMÓN LADRA
MARGARITA SALAS INVESTIGADORA

«Los mejores estudiantes ya no buscan su futuro en la investigación»

La bioquímica, primera española en la Academia de Ciencias de EE UU, cree que no debe temerse al avance del conocimiento

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La investigadora más importante que ha dado la ciencia en España está a punto de cumplir 70 años pero no piensa jubilarse. En su pequeño despacho en el Centro de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, un espacio de nueve metros cuadrados con vistas al campo -«lo miro poco», confiesa-, Margarita Salas asegura que cuando entra en el laboratorio el mundo exterior deja de existir para ella. La investigación es su vida hasta el extremo de que reitera que morirá «con la bata puesta» y lo dice de tal manera que la frase debe ser entendida en su literalidad. Salas, la primera española en ingresar en la Academia de Ciencias de Estados Unidos, avisa de que la investigación no atrae hoy a los mejores estudiantes, que eligen ocupaciones mejor retribuidas y laboralmente más estables. Algo que antes no sucedía, como explica en una entrevista concedida a este periódico.

-¿Es el ingreso en la Academia de Ciencias de EE UU el mejor reconocimiento a toda su carrera?

-Sí, sin duda. Es el mayor reconocimiento que he tenido y tendré. Muchos de mis colegas consideran que después de eso lo siguiente es el Nobel, pero yo ni sueño con eso. Para mí ya era un sueño ingresar en la Academia, pero no pensaba que me fueran a nombrar. Allí la gente se mata por ser miembro de la misma, y yo no he hecho nada por ingresar. Es más, me enteré de mi nombramiento por llamadas y correos electrónicos de algunos colegas, que llegaron antes que la comunicación oficial. Y fue una sorpresa absoluta.

-Que le llega cuando estrictamente está al borde de la jubilación.

-Oficialmente, el 30 de noviembre, porque cumplo 70 años. Pero pasaré a ser 'investigadora ad honorem' y seguiré trabajando como hasta ahora, con otra categoría y un recorte sustancial de mi sueldo; lo demás seguirá igual. Yo no voy a ser distinta el 1 de diciembre, mi capacidad para investigar va a seguir siendo la misma que el día anterior. A mí las prejubilaciones me parecen una barbaridad. En un trabajo como el mío, es prematura incluso una jubilación a los 70 años.

-¿La investigación es un apostolado?

-Sí para quienes vivimos la ciencia y disfrutamos y nos entusiasmamos con ella. Yo he dicho muchas veces que moriré con la bata puesta. Quiero hacerlo. Si llego a los 95, espero poder seguir haciendo algo de investigación. Rita Levi-Montalcini está a punto de cumplir 100 años y sigue trabajando y ha dicho muchas veces que no teme las arrugas de la cara, sino las que pueden aparecer en su cerebro si deja de trabajar.

Vocaciones

-¿Cómo se fomentan vocaciones así? ¿Es sólo cuestión de medios?

-Es muy importante tener buenos maestros. Yo entré en esto porque conocí a Severo Ochoa y me encaminó por aquí. Antes de ir a la Universidad no sabía si quería hacer Medicina o Química. Decidí venir a Madrid, con el apoyo de mis padres, para hacer un selectivo que me permitía luego seguir cualquiera de las dos. Al final me fui a Químicas y cuando estaba en tercer curso, durante las vacaciones de verano con mi familia, en Gijón, conocí a Ochoa, que era primo político de mi padre, y me fascinó. Hablamos de lo que él hacía, me envió un libro de Bioquímica... y eso me motivó. Luego fue él también quien me recomendó irme a Nueva York tras haber hecho la tesis.

-Y eso cambió su vida.

-Sí, porque todas esas circunstancias fueron haciendo mi vocación. El resultado ahora es que yo entro en el laboratorio y me olvido del mundo. Aquí dentro se me olvidan los problemas particulares, lo que sucede fuera, y lo único en lo que pienso es en esto, en lo que estoy haciendo. La vocación no nace, se hace.

-Los jóvenes hoy buscan ocupaciones estables que generen buenos ingresos de inmediato. Mejor odontólogos que investigadores, por ejemplo. ¿Cómo se puede convencerlos para que cambien de mentalidad?

-Ese es un problema de verdad. Hoy, los mejores estudiantes no se buscan un futuro en la investigación, sino que se van a cosas más productivas económicamente. La investigación está llena de incertidumbres de todo tipo y los jóvenes quieren un buen empleo y un buen salario en un plazo razonable.

-Que no se los da la investigación.

-Dedicarse a la investigación requiere hacer una tesis después de terminar la carrera, y ahí se van unos cuatros años; luego una formación postdoctoral, a ser posible en el extranjero, y eso son otros tres o cuatro años más. Después está la vuelta a España, si es posible. Y ese regreso no siempre es fácil porque las condiciones no son buenas: hay poco dinero, pocas instalaciones. El resultado es que la gente joven tarda bastante en asentarse y además hay que estar luchando continuamente por conseguir becas, financiación de proyectos, recursos...

-Está describiendo una auténtica carrera de obstáculos.

-Sí. En los 41 años que llevo como investigadora en España he tenido estudiantes buenísimos. Ahora es mucho más difícil. Faltan estudiantes verdaderamente motivados por hacer investigación. Puede sonar poco correcto lo que le voy a decir, pero la mayoría de nuestros investigadores son mujeres. Los varones se van a otros destinos donde pueden ganar más dinero. Igual es que las mujeres somos menos competitivas y muchas jóvenes vienen aquí por falta de perspectivas en esos otros campos dominados por los varones. Creo que de alguna forma lo que está sucediendo es un ejemplo de machismo.

-Además, ese trabajo duro tiene un escaso reconocimiento social. ¿Qué se puede hacer para mejorar el aprecio de la sociedad hacia la figura del investigador?

-Habría mucho que hacer, pero algo se ha avanzado. Hoy, por lo menos se sabe qué es el I + D y existe la conciencia de que la investigación es importante para la sociedad. Con todo, es cierto que no tenemos el reconocimiento de otras profesiones, y por eso creo que estamos obligados a salir a la sociedad y divulgar lo que hacemos nosotros y lo que se hace en el mundo, y cómo eso repercute en el bienestar de la sociedad.

-Pero también hay quien duda de la ciencia, o quien pone obstáculos de tipo moral a su avance. ¿Qué opinan de ello los científicos?

-A la ciencia no hay que ponerle barreras desde fuera porque ya se las ponemos los científicos. Somos nosotros mismos quienes en ocasiones hemos alertados sobre los peligros de determinados avances. Por eso se han establecido límites y reglas, que luego se endurecen o se relajan según se va viendo lo que sucede con los experimentos. A medida que avanza la ciencia, deben hacerse leyes adecuadas a su evolución, de manera por ejemplo que no pueda hacerse un clon humano.

-¿Por qué hay temor a algunos avances científicos, por ejemplo en áreas como la genética? ¿Por temor a lo desconocido por miedo a que alguien pueda hacer un uso perverso de esos avances?

-En gran parte, por temor a lo desconocido. Por eso es tan importante dar a conocer de la mejor manera posible lo que se hace. El desconocimiento produce temor a muchas cosas. En general, no creo que nadie tema que un científico loco haga una barbaridad. Estamos muy controlados desde fuera y autocontrolados desde dentro. Tenemos que hacer continuamente informes sobre nuestros trabajos para pedir financiación, y esos informes los revisan comités de científicos... De verdad que no hay que temer al avance del conocimiento, porque lo estamos controlando en todo momento.

Inversión en ciencia

-¿Y la confianza absoluta en la ciencia? ¿No hay en el otro extremo grupos que confían de forma ciega en que la ciencia resolverá todos los problemas?

-La ciencia puede resolver problemas, muchos problemas, pero no todos. A veces me preguntan si algún día se podrán curar todas las enfermedades y mi respuesta es que no será así.

-También da la impresión de que la ciencia avanza más donde hay mayores intereses económicos: más en el ámbito de la cirugía plástica que en el Alzheimer, por citar un caso. ¿Lo cree así?

-Hay determinados temas que atraen más dinero. Eso es completamente cierto. Ahora, en este momento se están poniendo muchos recursos para conseguir avances en algunas enfermedades, y la que usted ha citado, el Alzheimer, es una de ellas. La neurociencia será el gran campo de investigación del siglo XXI. Ahí sí que soy medio optimista y se van a encontrar soluciones, aunque nunca se puede dar un plazo. Pero hay muchísimos investigadores trabajando ya en ello.

-Vayamos al caso español. Usted conoce bien a la nueva ministra de Ciencia y Tecnología. ¿Cree que esta vez no se frustrarán las expectativas creadas con su nombramiento?

-La conozco bien, porque como sabe trabajó aquí e hizo su tesis doctoral, y luego se fue al mundo de la empresa, así que conoce bien ambos y sabe la importancia de la investigación básica. Tengo mucha confianza en ella y estoy segura de que se va a empeñar al 100% en su tarea. Eso sí, ha tenido la mala suerte de llegar al cargo en un momento de crisis económica.

-De momento, ya han surgido los primeros conflictos de competencias con Industria...

-Ella dijo hace unos días que había habido un problema no de competencias sino de descoordinación, y parece que ya se han puesto de acuerdo. Es muy dialogante y se entenderá con quien se tenga que entender. Pero también estoy segura de que en ningún caso se va a dejar quitar competencias.

-¿E inversiones? Pasan los gobiernos y el porcentaje de inversión en I + D sigue estando muy bajo...

-Es algo que siempre he criticado. Estamos casi a la cola de Europa en inversión en I + D. En el Gobierno, en este como en anteriores, lo saben. Espero que el nuevo Ministerio haga todo el esfuerzo que se pueda, aunque no sé qué pasará en 2009 debido a la crisis. Confío en que avancemos algo. Sé que la ministra Garmendia luchará por ello.

-Otra constante de los gobiernos españoles ha sido no dejarse aconsejar por los científicos en temas de su competencia. ¿Qué le parece esa actitud?

-Que, efectivamente, ha sido así de forma general y eso contrasta mucho con lo que sucede en otros países, como EE UU, donde la Academia de Ciencias asesora sobre muchas materias y el Gobierno le pide ayuda con frecuencia. Aquí ha habido poca tradición de pedir consejo. Espero que eso también cambie.