LA FASCINACIÓN DEL MAL. El actor Miguel Ángel Silvestre interpreta a 'El duque' en 'Sin tetas no hay paraíso. / TELECINCO
TELEVISIÓN Y RADIO

El triunfo de los malvados

Series y programas de televisión elevan a la categoría de ejemplos a seguir a personajes de dudoso comportamiento

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Michael Landon no tendría hoy nada que hacer. Su moralismo, del que dio muestra en series como Bonanza o La casa de la pradera, casa mal con el actual gusto por los personajes perversos. El pequeño de los Cartwright tendría que apretar cincha y dejar de proclamar: «Creo en la sinceridad y en el poder del amor», como dijo, para pasar a proferir denuestos del calibre de «a veces el mejor regalo es la gratificación de no volver a verte», una de las perlas con que regala los oídos el popular médico de la serie House. Más de 18 millones de espectadores y un 19% de share de audiencia en Estados Unidos le avalan. Este deslenguado y misántropo doctor, adicto a la codeína y enemigo declarado de sus pacientes, se ha convertido así en el referente ético de la modernidad televisiva. En España el éxito le acompaña también desde los inicios de su emisión en Cuatro.

Pero no está solo, durante el reciente Festival de Cine de San Sebastián, el personaje que despertó más expectación por parte de los fans no fue ni el cómicamente idealista Antonio Banderas ni el creador ocurrente y sensible de Otra mujer o Interiores que es Woody Allen. La gente congregada quería ver a Miguel Ángel Silvestre, conocido por su papel de El duque en la serie Sin tetas no hay paraíso de Telecino. Medio centenar de periodistas se congregaron en la puerta del hotel María Cristina para tomar la instantánea de este actor famoso por interpretar a un narcotraficante sin escrúpulos cuyo único objetivo es ponerse al frente de su organización criminal. Todo un ejemplo. Comparado con él, Ángela Channing de Falcon Crest queda como una aburrida brocker ávida por comprar las acciones de los viñedos para fabricar mosto.

El crítico de televisión José Javier Esparza considera muy grave que sobre todo en las series y programas españoles se acentúe el valor de los personajes amorales o que viven sin esfuerzo como modelos vitales. «Es un problema cultural autóctono creado por unos guionistas incapaces que trabajan para aumentar la audiencia», considera.

Un pobre chaval

Y eso que al fin y al cabo son trabajos de ficción que, como recuerda Esparza, «siempre tienen un perfil moral». «El Duque es en el fondo un pobre chaval que se gana la vida como puede y el personaje de Dexter un estudio sobre el uso de la violencia», remacha. Más graves son espectáculos como Gran Hermano o el fenómeno Risto, de Operación triunfo. Gente normal que ante las cámaras convierten la mala educación y la prepotencia en espectáculo.