Economia

1929 es irrepetible

Los especialistas consideran que, salvo rasgos comunes a todas las crisis financieras, apenas hay similitudes entre el célebre crack y la situación actual

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El 24 de octubre de 1929, a media mañana, miles de personas -en muchos casos inversores atemorizados por la posibilidad de perder sus ahorros- se congregaron ante las puertas de la Bolsa de Nueva York, situada en una calle de aspecto poco relevante pese a toda la mitología crecida a la sombra del edificio de porte neoclásico que alberga el mercado. El pasado 15 de septiembre, apenas se notaba más tráfico del habitual en Wall Street. Sí había en cambio un puñado de curiosos a algunos kilómetros de allí, en la Sexta Avenida, junto al rascacielos de diseño impersonal que acoge la sede de Lehman Brothers. Los transeúntes querían ver cómo los profesionales de la firma, que acababa de declararse en quiebra, sacaban sus pertenencias en cajas de cartón, con la mirada incrédula de quienes hasta unos pocos días antes se creían, en expresión patentada por Tom Wolfe, los amos del universo. Las imágenes generadas por ambas crisis son muy distintas, pero ¿hay paralelismos reales entre el crack del 29, que llevó irremediablemente a la Gran Depresión de los años treinta, y la crisis financiera actual? Los especialistas entienden que salvo un puñado de similitudes en el punto de arranque, porque todas las crisis financieras comparten causas comunes, las diferencias son grandes. Este es su análisis.

LAS CAUSAS

Demasiado dinero

Una crisis financiera se produce siempre tras periodos más o menos largos de euforia económica, con abundancia de dinero, tipos de interés bajos y grandes endeudamientos. Pasó en 1929 y ha vuelto a suceder ahora. Pero ha ocurrido en muchas más ocasiones. «Entre mediados del siglo XVIII y finales del XX se han identificado 38 grandes crisis financieras en el mundo», explica Segundo Bru, catedrático de Economía, que estos días ha explicado las características del crack del 29 a sus alumnos de la Universidad de Valencia. Al margen de eso, ambas crisis tienen características propias: la de 1929 fue alimentada por la compra masiva de acciones a crédito con un afán puramente especulativo; la de 2008 por la ingeniería financiera surgida tras la desregulación aprobada por Clinton en los últimos meses de su presidencia. Al calor de esa liberalización se diseñaron activos de alto riesgo que se han exportado a todo el mundo enmascarados de tal forma que ni el comprador ni el vendedor final saben muy bien la solidez de lo que tienen entre manos. Como apunta Ángel Martínez González-Tablas, catedrático de Economía Internacional de la Universidad Complutense, «los productos que están en la base de la crisis actual no existían en el 29, y la mayor parte de los operadores responsables de la misma, tampoco».

PRIMEROS AVISOS

Florida y las hipotecas 'subprime'

El primer aviso de lo que se avecinaba en el crack del 29 llegó dos años antes con la crisis inmobiliaria de Florida. En síntesis, fue el punto final de una espiral de compraventa de terrenos presuntamente edificables (algunos estaban en zonas pantanosas del todo insalubres) que se traspasaban en días ganando sustanciales porcentajes en cada operación.

En la crisis actual, la luz roja se encendió en agosto de 2007, cuando explotó la burbuja de las hipotecas subprime; es decir, créditos concedidos con escasas garantías, con un tipo de interés promocional en los primeros meses, y más alto en los siguientes. Varias sociedades hipotecarias quiebran a lo largo del mes, la incertidumbre se traslada al sector financiero, pero durante meses el problema parece haber sido atajado. A diferencia de lo sucedido en 1929, sin embargo, la Bolsa no siguió subiendo. Más bien lo contrario: 2008 estaba siendo un mal año para Wall Street antes de que Lehman Brothers anunciara su quiebra. Apenas un mes antes del jueves negro, en el sur de Manhattan celebraban haber alcanzado un nuevo récord en la cotización. Quienes brindaban por el logro ignoraban que estaban sentados sobre un barril de pólvora.

DÍAS DE FURIA

Dos caídas muy distintas

Y la pólvora explotó. En sólo cinco sesiones, las transcurridas entre el 24 y el 29 de octubre de 1929, el Dow Jones perdió más de un 35%. La mayor caída porcentual de la historia de la Bolsa de Nueva York, aunque medidos en términos absolutos ha habido luego descensos mucho mayores. En cambio, desde el viernes anterior a la quiebra de Lehman Brothers, ese mismo índice sólo ha bajado algo más del 5%.

Se explica que donde ahora hay incertidumbre, hubiese pánico en aquellos días. La estampa de miles de personas en Wall Street esperando nadie sabía qué, quizá noticias, quizá un milagro, no se ha repetido. Estrictamente, el problema no está ahora en la Bolsa. De hecho, la escasa intervención que hubo entonces se encaminó a frenar la caída de las acciones. La elaborada por la Casa Blanca tiene el objetivo de salvar el sector financiero y no se invertirá ni un duro en la compra de acciones. Una hipotética caída de la Bolsa no parece preocupar a las autoridades. «Ya nos hemos dado cuenta de que el mercado bursátil no refleja de verdad lo que sucede en la economía real del país, que a veces va bien en etapas bajistas y mal en momentos de auge de los títulos», recuerda Josep M. Sayeras, profesor de Economía de Esade en Barcelona.

Otra diferencia relevante es que en 1929 las inversiones eran realizadas básicamente por particulares. Ahora son los grandes fondos quienes mueven los valores. Por eso fueron ciudadanos de a pie quienes acudieron a Wall Street y sintieron el vacío bajo sus pies en 1929. Sin embargo, contra la estampa acuñada por el cine y la literatura, no hubo apenas suicidios por la crisis. Sólo un broker apareció ahogado en el río Hudson con unas monedas en el bolsillo por todo capital. En la crisis actual, el nerviosismo, al menos de momento, no se ha notado apenas en la calle.

INTERVENCIONES

De la nada al infinito

El 24 de octubre de 1929, un grupo de banqueros, encabezados por un representante de JP Morgan, puso en marcha lo que se llamó pomposamente el sostén organizado. Se trataba de comprar acciones para evitar que bajaran las cotizaciones. Nunca se dijo cuánto dinero pusieron sobre la mesa, pero Galbraith cuenta que años más tarde se hizo una evaluación que estimaba la suma en no más de 30 millones de dólares. El efecto duró apenas unas horas. El plan de la Casa Blanca para hacer frente a la crisis actual alcanza un monto de 700.000 millones de dólares.

«En 1929 no existía la Reserva Federal como la conocemos ahora, como un banco de bancos, y el Gobierno estaba atado desde el punto de vista de la política monetaria por el patrón oro», dice Sayeras. Así que la intervención pública se limitó a ver cómo Wall Street se desplomaba con estrépito. Fue luego, sobre todo a partir de la llegada de Roosevelt a la presidencia, cuando se aplicaron medidas de reactivación de la economía «y un sistema de regulación bancaria que había funcionado bastante bien durante décadas», a juicio de Bru.

¿Y la intervención actual? «Hoy sabemos mucho más de cómo se ataja una crisis y la capacidad de reacción de los bancos centrales es mucho mayor. Por eso, las que se han dado en los últimos años en Rusia, Latinoamérica o el sudeste asiático no han tocado a la UE ni a EE UU», sostiene Roberto Velasco, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco, quien reclama una autoridad financiera internacional que regule unas finanzas completamente globalizadas.

Con todo, y a la espera de que llegue esa institución supranacional, los gobiernos, tanto el estadounidense como los europeos, se han movido con rapidez. Otra diferencia respecto de 1929. «No van a dejar caer a ningún banco. Se ha visto lo sucedido con Fortis. En unas horas, en pleno fin de semana, se reunieron tres gobiernos y zanjaron el problema. Van a atajar las crisis utilizando todos los recursos posibles, incluso poner a todo gas la máquina de hacer billetes», vaticina Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE Business School. Algo que ni Washington ni los ejecutivos europeos pudieron hacer en 1929.

CONSECUENCIAS

La crisis que colapsó el sistema

Los datos sobre las consecuencias de la crisis del 29 son aterradores: el PIB era tres años más tarde inferior en un 30% al previo a la crisis, el paro alcanzó el 25% en EE UU y Wall Street tardó un cuarto de siglo en recuperar los índices. En Europa, una consecuencia indirecta fue la llegada de los nazis al poder en Alemania.

¿Y ahora? «Si se actúa bien puede detenerse el tránsito hacia una depresión. Si no se aprenden las lecciones de esta crisis será pan duro para hoy y hambre para mañana», vaticina Martínez González-Tablas. En cualquier caso, los gobiernos parecen decididos a aplicar lo que Sayeras explica como la teoría del mal menor. «Si hay que elegir entre la quiebra del sistema o la inflación generada por la puesta en circulación de mucho dinero para acabar con los problemas de liquidez, se optará por la segunda, y ya se pagarán luego sus costes». Uno de esos costes será, sin duda, «un menor crecimiento de la economía de EE UU y de forma derivada de la europea y el resto del mundo». Martínez Lázaro lo da por hecho, y lo corroboran todos los especialistas consultados. Ahí reside el gran peligro, mucho más que en una crisis bancaria en cadena que haga perder sus ahorros a millones de personas. «Eso no va a suceder, y menos en España, donde la autoridad monetaria, desde las crisis bancarias de los ochenta, ha llevado a cabo una política de enorme rigor», subraya Bru. Rigor que debería ser extendido a otros países e instituciones. Velasco apunta claramente hacia las agencias de calificación, que «han dado notas de bajo riesgo a productos de altísimo riesgo» y a los directivos de los grandes entidades norteamericanas, «que han cobrado como genios de las finanzas por hacer verdaderas chapuzas». Bru pide mayores regulaciones para que no se vuelvan a repetir estos episodios de «economía de casino».

CONTAGIO

Regiones del mundo diferentes

En 1929, Japón, Latinoamérica y Alemania sufrieron un contagio masivo y atravesaron años muy difíciles a consecuencia de la crisis. EE UU adoptó una política proteccionista y cerró sus puertas a las importaciones. Estrictamente, la crisis se prolongó hasta más allá de la Guerra Mundial.

¿Qué se puede esperar de esta crisis? Todos los especialistas coinciden: menor crecimiento, más paro, años de inestabilidad financiera y turbulencias bursátiles. Pero no para todos: China y Latinoamérica parecen más protegidos por los sólidos fundamentos de sus economías.

¿Y España? ¿Qué efectos tendrá la crisis nacida en EE UU? Nadie cree que las dificultades financieras sean dramáticas, pero los especialistas están convencidos de que habrá no pocas fusiones y absorciones bancarias. En los años treinta, la crisis económica que vivió el país estaba mucho más relacionada con causas internas que con el crack del 29. Pero ahora la economía española está muy abierta al mundo. Y eso ofrece grandes oportunidades y algunos riesgos.