VUELTA DE HOJA

Servicio de limpieza

No se puede descartar que el devaluado ministro Solbes lleve razón cuando afirma que la situación económica, que será peor dentro de nada, nos puede servir para «limpiar la economía». La verdad es que llevaba muchos años estando, a la vez, sucia y brillante, como las uñas de los políticos que es-carban en los terrenos urbanizables hasta tocar fondo. ¿Es necesario que todo vaya muy mal para que empiece a mejorar algo? Dicho de otro modo: ¿Es necesario llegar al borde del precipicio para sentir vértigo? Los vendedores de optimismo tienen entre nosotros el mismo porvenir que los vendedores de helados en Alaska. La inflación se ha duplicado y la Bolsa sigue en mínimos.

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Ha llegado el momento de preguntarse cómo sería España si se promulgara una ley que limitase el número de sus políticos. El Constitucional ha cerrado la vía a las consultas sobre autodeterminación, lo que es de temer que no sea más que un aplazamiento, pero mucho más urgente sería taponar el cauce de expertos en organizar nuestra convivencia: por cada español que trabaja en algo concreto hay otro que se dedica a darle instrucciones concretas de cómo debe hacerlo. Circula un dicho popular que asegura que «el que vale, vale, y el que no, a la Diputación».

Quizá la limpieza a la que alude el señor Solbes debiera empezar por ahí, pero lo malo de los brujos económicos es que no tienen escoba. Imponer la austeridad, después de tantos años de despilfarro, no va a suscitar un entusiasmo indescriptible. Hasta ahora, salvo simbólicas y más bien ridículas restricciones, no se ha hecho nada serio.

El corporativismo no es sólo de los jueces que sancionaron con 1.500 euros al colega que dejó en la calle al asesino de la niña Mari Luz. Los inútiles y los vagos se protegen.

Hoy por ti, mañana por mí.