Editorial

Encuentro fructífero

La reunión en Moscú entre Nicolas Sarkozy, acompañado de Barroso y Solana, y Medvédev logró encauzar hacia la aplicación del acuerdo del 12 de agosto un pulso que resultaba comprometedor para la Unión Europea, pero también para el Kremlin. La retirada de las tropas rusas respecto al despliegue que iniciaran hace un mes sobre suelo georgiano y la aceptación de una misión de 200 observadores civiles de la UE pueden ser valoradas como un logro razonable. Aunque persista la amenazante sombra del reconocimiento de Osetia del Sur y Abjazia como un hecho que Medvédev no dudó en calificar ayer mismo de «definitivo e irreversible». Ahora sólo falta comprobar que lo acordado se haga efectivo, tanto en lo que respecta al repliegue militar como a la capacidad de supervisión real que se conceda a los citados observadores. Junto a ello, resulta significativo que en el mismo momento en que se hacían públicas las conclusiones de la cita de Moscú se conocía la cancelación del acuerdo de cooperación nuclear con Rusia por parte del presidente Bush como medida sancionadora.

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Las diferencias evidenciadas entre la actitud preconizada por la UE respecto a Medvédev y Putin a raíz de la crisis de Georgia y la mantenida por la Administración norteamericana han sido más que de matiz. Pero la adopción de una sanción por parte de EE.UU. no sólo demuestra la existencia de dos estrategias occidentales claramente diferenciadas. Además, obliga a la Unión Europea a demostrar la efectividad de su gestión. La celebración de las negociaciones para un nuevo tratado de cooperación entre la UE y Rusia, después de su consecuente suspensión por parte europea a raíz de la crisis de Georgia, aparece en el horizonte a modo de meta con la que evaluar positivamente el desarrollo de los acontecimientos. Pero el deseo de arribar a la misma en ningún caso puede conducir a la Unión Europea a edulcorar de forma voluntarista la evolución inmediata de la política del Kremlin, si no a enjuiciarla con el rigor y la severidad a que obligan su intervención en Georgia y su afán por dotarse de un contorno geopolítico ajeno al derecho internacional.