Editorial

Rescate excepcional

La insólita intervención que ultima el Gobierno de EE UU sobre las dos principales agencias de garantía hipotecaria del país, Fannie Mae y Freddie Mac, simboliza las graves repercusiones que está comportando el desplome del sector inmobiliario para una economía sacudida por la crisis desde el estallido, hace un año, de los préstamos basura. Pero también refleja la falla que han sufrido los mecanismos de autorregulación de los mercados financieros. Su pronunciada inestabilidad, unida a los temores -no disipados- de que las pérdidas generadas por las complejas maniobras especulativas en torno a las hipotecas subprime sean aún más profundas, está forzando excepcionales operaciones gubernamentales de rescate de entidades en peligro de quiebra. La inspiración semipública de las dos compañías que EE UU se dispone a nacionalizar ha favorecido tanto su predominio en el sector de la vivienda, al que han dotado de liquidez, como su atractivo como proveedoras de fondos para grandes y pequeños bancos. La posibilidad cierta de que la desvalorización de Fannie Mae y Freddie Mac acabe contaminando a todo el sistema y el hecho de que ambas representan la mitad de la deuda hipotecaria estadounidense justifican la tajante reacción de la Administración Bush, que ya tuvo que actuar en marzo para salvar al banco de inversión Bear Stearns. El Ejecutivo británico hizo lo propio con el Northern Rock.

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Estas intervenciones tan inusuales encuentran su explicación en la relevancia de las compañías afectadas para el sostenimiento del entramado financiero y de la economía en su conjunto, desprotegida por la honda desconfianza que se ha instalado en los mercados. Pero la obligación de los distintos gobiernos y de las autoridades monetarias a la hora de adoptar todas aquellas medidas que puedan ayudar a afrontar una coyuntura tan endiablada como la actual no debe obviar los inconvenientes que puede conllevar una actitud más proteccionista sin contraprestaciones; especialmente ante el riesgo de que aquellos que contribuyeron decisivamente a crear la burbuja crediticia se consideren liberados del compromiso de conducirse en el futuro con mayor rigor y sensatez. Porque la envergadura de las turbulencias financieras no sólo cuestiona la suficiencia del libre mercado para asegurar su adecuado funcionamiento, sino que parece abocar a una necesaria revisión supranacional de los instrumentos de regulación, control y supervisión.