ABRAZO. McCain y Palin se saludan efusivamente sobre el escenario de la convención. / REUTERS
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El partido abraza por fin a McCain

El fichaje de Palin consigue el apoyo de la base conservadora La vicepresidenta se estrena con un discurso hiriente sobre Obama

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Mucho ha llovido desde que en febrero John McCain fuese abucheado en la Conferencia de Acción Política Conservadora, cuando apareció por primera vez como el virtual ganador de la nominación republicana. Anoche, durante su coronación en St. Paul como sucesor de George W. Bush, el aspirante a la Presidencia de Estados Unidos fue aclamado con fervor gracias al huracán Sarah Palin, que arrasó la víspera en ese escenario. «Es como si toda la comunidad evangélica se hubiera tomado una lata de Red Bull», dijo a la cadena de televisión CNN un líder baptista.

McCain, de 72 años, ha esperado mucho para llegar a este momento. Hace ocho años creyó acariciarlo, cuando ganó a Bush en las primarias de New Hampshire, pero entonces todo el aparato del partido se revolvió contra este republicano rebelde con fama de independiente que viajaba en el autobús de hablando claro. Hizo falta una campaña muy sucia en Carolina del Sur, tierra de los confederados, para cargárselo.

¿Se inclinaría más o menos por John McCain si supiera que había engendrado un hijo negro ilegítimo?, preguntaba la encuesta telefónica que idease el estratega de Bush Karl Rove. La criatura de piel oscura que veían los votantes en las fotos era en realidad una niña de Bangladesh adoptada en una de las misiones altruistas de su esposa. Pero aclarar los bulos es más difícil que plantearlos. Su campaña se desmoronó con la debacle de Carolina del Sur y después del Supermartes tiró la toalla.

Espíritu férreo

El héroe de Vietnam que resistiese con espíritu férreo cinco años y medio de torturas en un campo de concentración ha confesado que después de perder esas primarias lloró «como un niño» durante varios meses. Delante de las cámaras, con las montañas rojizas del estado de Arizona por fondo, se cuadró ante el nuevo candidato del partido que le había apuñalado, y durante los siguientes ocho años ha sido un soldado fiel que incluso contribuyó a su campaña de reelección en el año 2004. McCain esperó pacientemente su turno y aprendió unas cuantas lecciones por el camino: no se puede ir en contra del partido para ganar las elecciones.

Por eso, durante los últimos siete meses su gran reto ha sido reconciliarse con esos votantes que necesitará el 4 de noviembre para vencer a la campaña del cambio que propugna Barack Obama. Lo consiguió de la noche a la mañana el viernes pasado al atender a los mensajes que la base evangelista le había hecho llegar mientras buscaba vicepresidente. Sarah Palin ha sido la respuesta a esas plegarias y al problema de McCain para unificar a su base, que ayer por fin le aclamó con un entusiasmo que no se había visto desde Reagan, según el sitio conservador Newsmax.

El gesto de Obama

El senador de Arizona imitó el gesto de Obama al aparecer brevemente la noche anterior para felicitar públicamente a su vicepresidenta al término de su discurso. «¿No ha sido una gran elección?», preguntó al público. El sí fue atronador. «Esta mujer cambiará a este país. ¿Es fantástica!», proclamaba una señora de California que se desgañitaba en vítores a la flamante estrella republicana.

Entre grito y grito, Patty Bloom contó atropelladamente por el subidón de adrenalina que ella había cruzado filas en estas elecciones para votar por John McCain. Y su fe en el candidato de los independientes se ha visto recompensada con esta «mamá común de las que llevan a sus hijos al hockey», como se autodefine la candidata que con guiños pueblerinos se metió esa noche en el bolsillo al grueso de la América rural que no conecta con Obama.

Palin se defendió de los ataques que ha recibido estos días por su falta de experiencia y las especiales circunstancias de su familia, y se convirtió en adalid de su jefe al completar el alegato que hicieran esa tarde los fallidos candidatos Rudy Giuliani, Mitt Romney y Mike Huckabee. De todos, Giualini fue el sabueso más hiriente contra Obama, al que calificó de «celebrity senator» que «nunca ha liderado nada. Nothing. Nada. Nada», repitió. Como política energética Romney recomendó «aterrizar el avión privado de Al Gore» mientras que Huckabee alabó sacarcástico la «excelente aventura de Obama en Europa al llevar su campaña a cientos de miles de personas que no pagan impuestos aquí», recordó. «Nosotros, el pueblo de Estados Unidos, somos los que decidimos quién será nuestro presidente. ¿No los medios, ni las celebridades, ni nadie más!», gritaba Giuliani.

Con calmado cinismo, Palin cargó la escopeta contra el senador de Illinois que «ha escrito dos libros de memorias pero ni una sola ley importante», dijo. «Es un hombre que puede dar todo un discurso sobre las guerras que pelea Estados Unidos sin usar nunca la palabra victoria, salvo para referirse a su propia campaña».