Opinion

Pragmatismo europeo

Una vez más, la UE amaga pero no pega. Es decir, su credibilidad como actor político internacional vuelve a limitarse a sus relaciones comerciales. Rusia lo sabía cuando devolvía con enorme desproporción el golpe absurdo del presidente de Georgia en Osetia del Sur; y, ante la posibilidad de sanciones, amenazaba con el corte del suministro de gas y petróleo. Prevalecerá la razón frente a las emociones, como ha pedido un diplomático ruso, pero es imprescindible poner freno a este tipo de actuaciones impunes de Moscú.

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Ya hemos recordado en otras ocasiones que la UE es un gigante económico pero un enano político. ¿Por qué? Porque los países más importantes que la forman no renuncian a sus intereses y a su propia estrategia exterior fruto de sus necesidades. Hay que rememorar que el objetivo de la creación de la entonces CEE, con el complemento fundamental de la OTAN, era evitar una nueva guerra mundial que tuviera su origen en un nuevo enfrentamiento entre europeos. Durante los últimos 50 años se han entretejido tal cantidad y calidad de intereses entre franceses, alemanes, italianos, británicos, etc que se ha alcanzado la meta prevista, incluso cuando las guerras en los Balcanes de los años noventa amenazaron con provocar una nueva chispa fraticida. Cada país europeo defendía sus propios intereses con la influencia de EE UU detrás. Así se fraguó el Kosovo independiente, según los intereses de Washington.

La demostración de fuerza ha sido apabullante y Moscú ha aprovechado la ocasión para dar un golpe de efecto en una zona clave para la comercialización de las mayores reservas de petróleo y gas del mundo, ubicadas en el mar Caspio. Es muy significativo el silencio del candidato demócrata, Barack Obama, sobre la crisis que la administración Bush ha abierto con el primer ministro, Vladimir Putin, el nuevo zar ruso. Y los europeos, a tragar como en Irak. Nuestra dependencia energética nos hace débiles y vulnerables.