roquetas 0-2 cádiz

El Cádiz comienza con paso fuerte

Los de Javi Gracia obtienen la primera victoria de la campaña al imponerse por 0-2 al CD Roquetas con goles de Borja Rubiato de penalty y de Juanma

Cádiz Actualizado: Guardar
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Paradojas del destino caprichoso. Un penalti arrebató la vida al cadismo una tórrida tarde del mes de junio y con el Mediterráneo como firme testigo. El mismo calor y esas aguas azules contemplaron cómo el castigo máximo marca el nacimiento del nuevo Cádiz, el inicio de una nueva era. Raúl López, presa de coraje y alentado por una furia que le corroe por dentro, se interna a las bravas en el área y unas piernas enemigas le derriban sin compasión ni discusión.

Un momento de rabia

Pena máxima, para el Roquetas y a favor de los amarillos. Rubiato (¿dónde estaba ese maldito 15 de junio?) agarra el cuero, lo deposita con mimo sobre el punto señalado. Mira al meta, le engaña con la vista y envía mansamente la bola hacia la esquina contraria donde se lanza el guardameta. Gol. Comienza la nueva etapa con la primera victoria en Segunda B. A la segunda vez (después del fiasco de Cuenca).

El ave fénix cadista resurge de sus cenizas. Con un plumaje diferente pero el mismo espíritu que le hizo volar alto en tiempos recientes. Con una gran afición detrás (varios aficionados se recorrieron la región para ver a los suyos). Con tesón, lucha y compromiso, y las gotas de buen fútbol que son necesarias en este juego donde poco va de la mano del azar.

Este Cádiz tiene recursos, y sobre el césped, donde se ganan los partidos, se cumplen metas y se ascienden o descienden categorías.

Ayer dio su primer paso firme en Roquetas. Con una victoria cómoda, frente a un rival insultantemente inferior y sin exceso de brillantez. Pero con la sensación de que el rumbo que ha tomado el submarino lleva marcadas las coordinadas precisas para emerger en el futuro.

Ni Cuenca fue para tirarse de los pelos ni Roquetas para desmelenarse. Al equipo de Javi Gracia le falta constancia, regularidad, continuidad en su fútbol. Es capaz de engarzar buenas acciones sobre el verde, enganchar minutos de juego cuanto menos interesante, pero a veces queda todo en un oasis rodeado de un fútbol árido y sin profundidad.

Mucho de eso hubo al principio, y al calor le cargan la culpa los futbolistas en un primer tiempo infame, aburridísimo. Sí, típico de Segunda B. El Cádiz se notaba superior al comprobar cómo su adversario cerraba filas en defensa y las canillas le temblaban con un simple muestreo de colmillos. Pero los visitantes se perdieron en la intimidación y se olvidaron del golpeo, la única forma de tumbar al enemigo contra la lona.

Toque sin profundidad

Los amarillos tocaban y tocaban, errando siempre el último pase y merodeando el área de Bernal sin crear sensación de verdadero peligro. El monólogo era absoluto pero no tenía gracia, le faltaba el chascarrillo final. Y de tanto sobar la redonda se durmieron en la apatía. Cayeron en el ritmo lento y cansino del rival, que sólo amagaba y de lejos, con un Diego Herrera que creó demasiados problemas a la defensa.

La pizarra electrónica que marcaba la diferencia temporal con el descanso despertó de los laureles a los cadistas, y el testarazo de Fleurquin al saque de córner de Enrique advirtió que se guardaban fuerzas para la segunda mitad.

Golpes mortales

Y tanto. El cansancio mental es mucho más peligroso y decisivo que el físico, pues el palizón de viaje de Cuenca no pudo con la ilusión del recién nacido Cádiz. Rubiato emborronaba un tanto su buen encuentro marrando una ocasión clarísima a escasos metros de la portería. Pero en este día destinado a saldar cuentas, tendría la oportunidad de redimirse lanzando el penalti que señalaba la dirección hacia la victoria. Casi sin tiempo para reaccionar, el equipo amarillo sentenciaba a continuación en una picaresca acción (con un rápido saque banda) que se culminó gracias al acierto de Juanma, mucho más certero que su compañero Borja en una jugada similar.

El trabajo estaba hecho, a menos que los gaditanos aprovecharan su estancia en Roquetas para quedarse de vacaciones como hicieron anteriormente en Cuenca. Todo lo contrario. El Cádiz manejaba el tempo del encuentro, leía el partido, cambiaba el chip y daba la vuelta a esos manidos tópicos que siempre realzan las declaraciones. Opciones para golear y la frescura del final invitan a pensar que a este conjunto le queda mucho recorrido.

Pero esta nueva imagen tiene un lunar que no le favorece absolutamente en nada. El eje de la retaguardia, entre cabezazos y cabezadas, sufre enormemente con las embestidas de los tanques solitarios que abundan en este camino de bronce. Martins descubrió la carencia y Diego Herrera la resaltó. Pero este bebé está en pleno proceso de crecimiento y las manchas pueden desaparecer con el tiempo. Si prosigue con la educación adecuada y Peguero lo nutre con buenas vitaminas y proteínas, pronto comenzará a andar hacia su destino. Que parece estar marcado por la pena máxima. Y sólo son once metros.