VUELTA DE HOJA

Crecer para abajo

Ha llegado la hora de preguntarse por qué, haciendo tan mal las cosas, nos iba tan bien. España roza la recesión, o sea, el avance subterráneo. El PP habla de «verano negro» y el PSOE insiste en echarle la culpa a la situación internacional, pero ninguna de las dos ineficientes organizaciones debe hacerle responsable de la lamentable situación económica a la otra. Ambas han albergado en su seno, como Cleopatra, al afortunado áspid, a un innumerable número de golfantes. La desmesura del cupo de fracasados en sus anteriores profesiones es en mala parte responsable de la actual situación.

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Tenían que haberse dado cuenta de que no cabían todos los tontos adictos.

Ahora le estamos llamando trinidad, como en el western pródigo en hemoglobina, al consumo, la construcción y la industria. Bien sabe Dios que no tiendo al pesimismo, más que nada porque después de ochenta años habitándolo, sé que el mundo no es pésimo. Sigue habiendo crepúsculos, amigos legibles, dry-martinis y muchachas recientes, que a diferencia de los libros no permiten pasar la tarde con ellas. No. A poco que nos hayamos asomado al mundo, debemos darnos cuenta de que no somos los eventuales pobladores del país más inhóspito del planeta. Lo que ocurre es que hemos desperdiciado la ocasión de confirmar que somos el lugar donde la vida puede ser más grata. La gente, la "hermosa gente", que decía Saroyan, habla sólo de penurias y no se conforma con mencionar las actuales, sino las venideras. Estamos, no sólo "colgados de ayer", que es como cierta nación latinoamericana llama a la resaca, sino pendientes del futuro. Incluso los comerciantes que no siempre han sido los más infortunados en tiempos de crisis, prevén una campaña otoño-invierno «difícil y de ajuste». El mes de agosto, que siempre es una tregua, se está acabando. Como si nada fuera con él.