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¿Estúpidos!

Decía Bill Clinton: «es la economía, estúpido». Pues eso, ¿estúpidos!, son los jugadores los que hacen grande el baloncesto. No perdamos el tiempo discutiendo sobre directivos, entrenadores y la larga cohorte de colaboradores que necesita un equipo para que funcione. Cuando parecía que la magia de España había dado paso a un equipo más humano y trabajador, ésta vuelve a aparecer en Pekín. Los prestigiosos periodistas y nosotros, los que se supone que conocíamos los secretos del equipo nacional, tenemos que rendirnos ante la sorpresa.

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Aíto, conocedor de la personalidad de Juan Carlos Navarro y no habiéndole dado ni agua en toda la Olimpiada, pone en sus manos la final de los Juegos. El entrenador acierta. Navarro crea la revolera necesaria para poner en un brete a esa oscura masa muscular que tenía enfrente. Nuestra colección de Davides -Navarro, Rudy Fernández, Ricky Rubio y Jiménez- se permitió machacar durante cuarenta minutos al gigante Goliath, que llegó a temer por la conquista de la medalla de oro.

Es tal el talento de nuestros jugadores que han demostrado saber jugar dos baloncestos: el FIBA, o sea, el de los griegos, argentinos o lituanos, y el de la NBA, alegre y poderoso, conocedores de que debían actuar en guerrillas y nunca en guerra abierta.

La victoria norteamericana me parecería justa y merecida si el mundo arbitral hubiera sido capaz de imponer con justicia el claro reglamento con que se compite en la FIBA. Los pasos son pasos y si para los estadounidenses no lo son, su ventaja es manifiesta. Podría utilizarse como excusa la reflexión: 'haberlos cometido vosotros, que los hubiéramos pitado'. El razonamiento es tramposo. Las reglas del juego, como la ética, son un instinto que no se puede doblegar de un día para otro. Es simplemente una conducta. Una vez más el poder del 'es la economía, estúpido' se impone al espíritu olímpico.

Basta ya de perder el tiempo con aspectos irreversibles. La pregunta es por qué los norteamericanos, siendo más fuertes, más rápidos y mejores técnicamente que los nuestros, sufren tanto para ganarnos. La respuesta tiene mucho que ver con el nivel de entendimiento, de razonamiento colectivo al que te obliga las inferioridades físicas y, sobre todo, el esplendor técnico del baloncesto europeo, representado principalmente por unos jugadores que han hecho su carrera deportiva en la Liga ACB.

Disfrutemos durante unos días y preparémonos para ver una nueva ACB mal atendida por la televisión, jugada casi en el anonimato y en la que muchos partidos son técnicamente tan buenos como la final olímpica entre España y Estados Unidos.