ORGULLOSO. Coronado posa en el castillo San Marcos con sus pupilos Piñero y Gil de Montes. / NURIA REINA
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Amparados en Pirri

La única escuela de esgrima de la provincia está en una encrucijada; vive un gran momento deportivo pero la falta de ayudas le ha vuelto a dejar sin local

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Rodrigo Díaz de Vivar El Cid, Diego Alatriste y Tenorio y Diego de Mendoza El Zorro son todos ellos espejos en los que los caballeros modernos de hoy día, los tiradores del esgrima, se miran antes de empuñar su florete y batirse en un duelo con las tecnologías propias de este siglo.Convertido ahora en deporte, el esgrima vuelve a escribir una novela que reaviva la intrahistoria de los espadachines. La medalla olímpica de José Luís Abajo Pirri pone una pica en Flandes en una disciplina que se siente desamparada al lado de los gigantes del deporte español.

La Sala Adalid de El Puerto de Santa María conoce la gloria y las penurias de este deporte. Es la única referencia de la esgrima en una provincia que tiene el privilegio de ser el origen del primer manual de este deporte, escrito en Sanlúcar en 1440. Y al frente tiene a un hombre que ha vivido el bronce de Pirri con gran euforia porque ahora mismo el club está pasando por un momento delicado. «Tengo a más de 40 alumnos a mi cargo, estamos buscando ahora un gimnasio para entrenar y la Federación Andaluza ni siquiera contesta nuestras plegarias», afirma Carlos Coronado, que, si atendemos a sus funciones dentro de la escuela Adalid, es el presidente, tesorero, director, profesor y jefe de mantenimiento del material.

Para que un deporte minoritario brille con luz propia lejos de Madrid o Barcelona, tiene que haber un Don Quijote que sin recibir un duro y recolectando miradas de desprecio, espolee la pasión de su vida por las tierras más estériles a estas hazañas. «Es un deporte que me apasiona, que siempre irá ligado a mi vida», expresa Coronado que ya no dudó en irse a Cortadura cuando no tenían donde entrenar, y debajo de una farola ensayar movimientos con la espada. «El problema no es la falta de seguidores», explica Carlos, «yo soy profesor y es muy fácil que un niño se enganche a la esgrima tras ver una exhibición en su colegio o en la calle. Todos hemos jugado con una espada de pequeños y la esgrima te invita a continuar con esas aventuras en tu cabeza».

De todas partes

La satisfacción llega por todos lados. La Sala Adalid tiene a más de 40 alumnos de todas las edades. «La esgrima nunca te jubila», dice Carlos, que tiene tiradores desde los 8 hasta los 55 años. Habitantes de Sanlúcar, Cádiz, Puerto Real, Jerez, San Fernando y Chiclana no dudan en desplazarse hasta El Puerto para enriquecerse con las clases que imparte Coronado. «Ahora tengo dos chavales que están en una buena línea para luchar por el Campeonato de España absoluto», explica haciendo referencia a los tiradores puertorrealeños Álvaro Piñero y Pablo Gil de Montes.

Pero el objetivo del único encargado de la esgrima gaditana no pasa por atraer alumnos o crear cantera. La cantera ya es una realidad y cuenta con varios campeonatos de Andalucía y España, pero debido al sobretrabajo que lleva Coronado se ve obligado a decirle no a niños de cinco años que vienen de la mano de sus padres para apuntarse. «Ahora necesito apoyo. Estoy sólo y ya no tengo tanto tiempo libre como cuando tenía 20 años. Sólo pido una sala estable para entrenar y poder pagar la formación a un monitor exclusivo que pueda acompañar a los niños a las competiciones, que se dedique a esto y reciba todo el apoyo que yo pueda darle. Con esto y algo para material y desplazamiento tendríamos para construir un club solido de este deporte en Cádiz», desea Carlos, que no pide más que lo que se le da a otros deportes minoritarios en la provincia de Cádiz, como son las subvenciones que reciben el rugby o el tenis de mesa. «Espero que Pirri se convierta en nuestro Fernando Alonso particular». Esta vez no se hace tan necesario el crecimiento de seguidores, sino que las federaciones abran los ojos y vean que Carlos Coronado, con el único apoyo que su ilusión le ofrece, sigue con el afán de conquistar todas las fronteras de España con la esgrima gaditana.