ALEGRÍA. Al término del encuentro los jugadores de la selección española realizaron un corro en el centro del campo para celebrar el triunfo. / EFE
Deportes/Mas-Deportes

Despotismo ilustrado

La selección española muestra su jerarquía en una victoria holgada ante Grecia con un perímetro capitaneado por Rudy Fernández

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A España le bastaron ocho minutos de fidelidad plena a su forma de entender el baloncesto para imponer la ley marcial en el debú olímpico de Pekín. Entre el minuto 17 (26-26) y el 25 (50-31), hagan cuentas, la selección campeona del mundo noqueó a la finalista mediante una sucesión de golpes entre sutiles y contundentes que se tradujo en un parcial de 24-5. Una de esas simas sólo al alcance de aquellos equipos sobre los que gira un deporte. Monarquía absoluta de mano tendida, despotismo ilustrado, dictadura con rostro humano... Defínanlo como quieran. Sencillamente, una demostración más de que casi todos los partidos, por no pecar de apreciaciones exageradas, dependen de cuanto haga dentro de la pista el combinado de Aíto García Reneses. Ah, y un detalle que a estas alturas parece intrascendente, el 81-66 maquillado al final por los ariscos jugadores helenos, se produjo frente al segundo rival más serio del grupo. Tras Estados Unidos, naturalmente.

El día de Rudy

Alguien debía alterar un partido parejo y, en cierto modo ilógico, casi al borde del descanso. Se prestó voluntario Rudy Fernández, un chico que divisa más lejos sus límites según avanza hacia la cima. El mallorquín inyectó adrenalina atrás y adelante a un duelo extraño hasta ese momento, un enfrentamiento del que España no obtenía ventaja pese a la inicial propuesta 'contra natura' griega de avivar el ritmo. En esa apuesta de bazas perimetrales -Spanoulis y Diamantidis contra Calderón y Rudy-, acierto exterior y defensas veraniegas el marcador permanecía nivelado. También luego, con las revoluciones más bajas según el gusto rival, el incremento del termostato defensivo y el consiguiente desplome en los porcentajes de tiro.

La intensidad deseada

La selección española circulaba incómoda ante un adversario -no se olvide- competitivo, asiduo al podio, pandillero y suburbial a imagen de su reputado técnico y compuesto por otra muy notable generación de jugadores. El exponente de ese grupo fue Spanoulis, un joven escolta repleto de talento que se equivocó como otros -¿verdad, Sergio Rodríguez?- por saltar prematuramente a la NBA o errar la elección del destino americano. Agujereado su pantalón por las polillas en el banquillo de Houston Rockets y de vuelta a Europa, Spanoulis necesita recuperar prestigio en citas como la olímpica, donde ayer sostuvo a su equipo frente a España mientras la campeona del mundo lo consintió.

Eso dejó de ocurrir en el minuto 17, con un robo de Rudy en medio campo y un rebote ofensivo suyo en pirueta válida para actuar bajo la carpa del Circo del Sol. El mallorquín fue ese analgésico efervescente que remueve el agua quieta y la transforma en una explosión de burbujas saltarinas como fuegos artificiales. España se subió a esa primera ventaja para corregirla y aumentarla a la vuelta de los vestuarios. Esta vez con cinco puntos consecutivos de Navarro, un hombre sin peso alguno sobre el partido hasta el descanso, como Raúl López y Garbajosa. Es lo que tienen las bombas, que nadie se entera de sus existencia hasta que explotan. La deflagración contó además con la ayuda necesaria de Calderón porque el extremeño, como los serenos, está siempre y para lo que se le llame.

Margen de mejora

50-31 a falta de quince minutos, dominio con un río descendente de lava donde antes había un volcán dormido. La mejor lectura dentro de este debú más que adecuado cabe encontrarla en la sensación de hegemonía al 70% de su capacidad que expuso el grupo de Aíto ante un conjunto de rango considerable. A la selección le bastó ayer con la jerarquía de su perímetro NBA, un par de destellos de Pau y el trabajo opaco de tipos como Jiménez o Berni Rodríguez para derrotar holgadamente a Grecia. Dejó entrever claramente un margen de mejora halagador.

España, además, abrió tímidamente el desplegable táctico de su entrenador -momentos de 1-3-1, presión en toda la cancha y fases de zona estándar- con el fin de demostrar que hay trampas preparadas para las fechas de caza mayor. Que llegarán. Pero eso sí, con la tranquilidad que supone sentarse a ver a un equipazo competitivo, lúdico y responsable que reivindica en cada cita la belleza del baloncesto moderno.