Opinion

Vergüenza y asco

CALLE PORVERA No puedo reprimirme. Lo siento, pero es superior a mis fuerzas y, sobre todo, no me da la gana callarme y mirar para otro lado como todos esos dirigentes políticos, grandes mandatarios del mundo civilizado, que aplauden a rabiar en Pekín y disfrutan del boato de la celebración y de la gloria de sus deportistas en los Juegos Olímpicos, mientras ancianos, niños y toda la población civil de Osetia del Sur está inmersa en un conflicto bélico que ya dejado miles de muertos y muchos más heridos.

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Me da igual que haya sido Georgia la que haya iniciado las hostilidades con agresiones a esta región prorusa que quiere la independencia, o que la responsabilidad haya sido de Moscú que en este caso -pero no en Chechenia, fíjate tú qué curioso- entiende perfectamente que la zona no quiera seguir formando parte del estado georgiano y ha mandado a sus tropas al país, invadiendo otro país y atravesando fronteras, para socorrer a los separatistas. Lo que me importa es que vuelvo a ver imágenes de bombardeos contra poblados que los ejércitos llaman objetivos militares, a ciudadanos desgarrados abrazando los cadáveres de su seres queridos y a miles de refugiados que huyen de su país y de sus vidas.

Ni tregua olímpica ni niños muertos. ¿Es que estamos locos? ¿De verdad los representantes de la ONU y la OTAN, nuestros ministros y la comunidad internacional pensaban que el polvorín en el que se estaba convirtiendo esta región del Cáucaso, las tensiones mantenidas durante años y los odios latentes iban a darse un respiro sólo porque en China se celebran los Juegos? Precisamente por eso, porque todas las miradas estaban puestas en Oriente, la guerra volvió a estallar en Occidente. Qué vergüenza.