Editorial

Guerra a evitar

Las tensiones larvadas en el Cáucaso estallaron ayer con la intervención militar de Georgia en la región rusófila de Osetia del Sur, cuyos ciudadanos se reafirmaron en sus aspiraciones secesionistas en el referéndum convocado en noviembre sin el reconocimiento de ningún Estado de la comunidad internacional. El condenable ataque, que podría haber desencadenado una sangría de cientos de muertos y miles de desplazados, fue respondido apenas unas horas después por el Gobierno ruso con una incursión área y la movilización de sus tanques; lo que da idea de la gravedad que ha adquirido un conflicto territorial que afecta no sólo a la principal potencia del Este, sino que involucra a Estados Unidos y a la Unión Europea, obligada a encarar otro complejo desafío diplomático a las puertas de sus límites fronterizos. Prueba de su complejidad es que militares estadounidenses instruyen al Ejército de Georgia, cuyo Ejecutivo se ampara en su alianza con Washington para tratar de incorporarse a la OTAN, tal y como se evidenció en la cumbre atlántica celebrada en Bucarest.

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La exigencia de EE UU y de la UE para que cesen las hostilidades y se reanuden las negociaciones, a partir de la asunción de la integridad territorial de Georgia, apunta a la única salida viable para evitar tanto una guerra civil que podría alimentar tensiones belicistas en otras regiones como Abjasia, como la conversión del conflicto en una crisis de consecuencias internacionales. Pero esa misma solución describe cuáles son los escollos a los que se enfrenta la enquistada vía diplomática. La soberanía del Estado georgiano colisiona con la apuesta abrumadoramente mayoritaria por la secesión de Osetia del Sur, que viene actuando desde los años 90 como una república independiente 'de facto' y cuyos ciudadanos disponen en muchos casos de la ciudadanía rusa, lo que da pie para que Moscú esgrima la defensa de los mismos como un deber constitucional. Con todo, es el precedente de la reciente disgregación de Kosovo de Serbia, decidida unilateralmente y avalada por EE UU, lo que ha conferido una nueva y problemática dimensión al conflicto en el Cáucaso.