Entre 6.000 y 7.000 euros por una firma

a creación de ese aparato financiero también se hizo mediante la compra de empresas ya constituidas. En una de las conversaciones grabadas al lugarteniente de la organización se plantea la posibilidad de comprar una sociedad para que constara cómo la propietaria del avión de grandes dimensiones que iban a utilizar para el tráfico de cocaína. Esa pieza de la investigación desvela que este tipo de transacciones empresariales son habituales en el negocio de la droga, ya que José María R. M. sabía que estas sociedades ficticias tienen un precio entre los 6.000 y los 7.000 euros. El supuesto traficante le interesaba una sociedad con cierta antigüedad, porque es más fácil ocultar en ellas operaciones de oscuro origen.