PIRUETA. Giros de 180 grados ante el asombro generalizado. / ANTONIO VÁZQUEZ
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'Riders' por toreros

Los más de 10.000 espectadores disfrutaron de una noche mágica en la que las más inimaginables peripecias con la moto desafiaron a la misma gravedad

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Espectáculo, riesgo, temor, arte. Estas son algunas de las sensaciones que transmitían ayer los llamados toreros de la gravedad. Los más de 10.000 espectadores que acudieron a La Plaza Real de El Puerto de Santa María para presenciar la prueba de freestyle salieron fascinados con un espectáculo que no por verse todos los años deja de tener aficionados incondicionales.

Saltos de vértigo, piruetas inverosímiles y voladas que bordaban la temeridad por parte de los llamados riders dejaban bo-quiabiertos no sólo a los espectadores sino incluso a sus propios compañeros.

El espectáculo comenzó alrededor de las once de la noche. Y uno de los principales objetivos era repetir el éxito que ya se había cosechado en años anteriores. Y así fue.

No hubo ninguna sorpresa de última hora. La plaza de toros portuense se convertía anoche en un escenario de lujo para acoger al júbilo, la acción y la calidad de unos moteros que hacen por el aire lo que otros apenas se atreven hacer sobre el asfalto. Muy pronto, las mejores motos nacionales y extranjeras deleitaban con sus piruetas.

Desde un primer momento podía sentirse ese ambiente estridente y colorista de un verdadero deporte de riesgo. Las más de 10.000 localidades ocupadas por fanáticos y escépticos seguidores parecían alucinar cada vez que alguno de los pilotos salía al ruedo y ponían la moto al límite en un intento, más que conseguido, de desafiar a la gravedad.

El espectáculo tardó en comenzar. Los propios pilotos se hacían de rogar mientras que el público vitoreaba incansablemente los nombres de los riders. Aún no era el momento. Los de-sesperados seguidores tendrían que esperar algunos minutos más para ver a sus ídolos desafiar la teoría del mismísimo Newton. Demostrarían que hacer el pino sobre el manillar con la moto totalmente vertical -tsunami-, o subirse al manillar y ponerse de pie sobre la moto era del todo posible.

De todo en el ruedo

Las primeras en salir al ruedo fueron las bellas bailarinas. En este momento, los flashes de las cámaras comenzaron a emitir continuos destellos, amenizado por los amenos y continuos comentarios del speaker. Fue en ese preciso momento cuando todo parecía empezar.

Un apagón de luces, ruidos estridentes de las motos de los riders y ese característico olor a neumático quemado anunciaban que los pilotos ya estaban listos para iniciar una sesión no apta para cardíacos.

Si alguno de los allí presentes pensaba que la sensación de emoción era inalcanzable, no estaba en lo cierto. El fogonazo de luz de los más de 10.000 watios de los focos y la ola del público, de que dieron quince vueltas al ruedo, ovacionaba el ambiente. El magno show de acrobacia comenzaba.

Dany Torres, José Miralles, Maikel Melero, Pedro Moreno, Carlos Toledano, Joel Lozano, Gaby Villada y Hugo Arrizau. Los ocho pilotos, subidos en una moto de cross y con una agilidad pasmosa, comenzaban a realizar piruetas y cabriolas en el aire. Cuatro saltos de cada piloto y otras tantas peripecias en el aire tenían como escaparate el ser el máximo puntuado de la competición.

La destreza y la emoción estuvieron presentes desde la primera ronda. Ésta parecía un entremés, el primer plato frío que daría lugar al más apetitoso de los manjares. La segunda prueba y la tercera se sucedían en calidad y espectáculo. Los pilotos dejaban para los últimos saltos las peripecias más sorprendentes. Lo que comenzaba con saltos o piruetas acababa con auténticas voladas en el aire. La exhibición daba paso a la más pura competición.

A medida que la noche caía, los pilotos ponían todas sus bazas sobre el ruedo portuense y el desafío comenzaba a hacerse más y más evidente. Cuando la competición había alcanzado su ecuador, el público ya parecía tener un favorito. Ese era Dany Torres, el flamante campeón de la pasada edición. Los aplausos eran más y más fuertes y ovacionaban al piloto sevillano, que finalmente se llevaría el gato al agua. Fue gracias a un salto en el que tuvo que darlo todo. De hecho, el campeón acabó la competición con un golpe en la rodilla producto del salto que le dio el triunfo final.

Estos pilotos son magos malabaristas de la moto, auténticos genios dignos de alabar, lo que hacen sobre la moto en el ruedo y en el cielo es espectáculo en el más puro sentido de la palabra.