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Chávez quiere un banco

Chávez es la conocida y espuria versión latina del leninismo. Una apropiación de los medios de producción en nombre del «pueblo», no de la clase (obrera), a caballo del «Estado y la Revolución» y de lo que algunos socialdemócratas, como Raúl Morodo, han llamado «democracia social avanzada». En realidad, la nacionalización de los bienes de titularidad privada es la eliminación de la cultura del trabajo y del ingenio por un acto de fuerza institucional, estatal, basado en anteriores actos de fuerza. Su carácter incruento es sólo aparente ya que en realidad tiene sus orígenes, su «legitimación», en anteriores actos cruentos y, desde luego, está destinado a terminar en otros actos cruentos. Porque la nacionalización es la sustitución de un larguísimo proceso de acumulación de actos laboriosos, productivos, pacíficos por uno solo, brutal, burocrático, enmascadaradamente violento. Y eso, al final, sale a la luz y se paga. Y Venezuela lo pagará. Porque la Historia no permite los atajos. La Historia tiene sus propios ajustes de cuentas.

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Con un solo acto de poder Chávez pretende apropiarse de un Banco. ¿Por qué no sólo no duda de la extrema facilidad de su acción y ni siquiera de su carácter ilegal desde el punto de vista del derecho internacional? Tiene el petróleo para pagar la injusticia y actúa impunemente porque pone al pueblo venezolano como escudo. Juega con la inexistencia de unos órganos internacionales con capacidad ejecutiva y se aprovecha del oportunismo de Estados como el nuestro.

A la hora de escribir esta crónica desconozco las reacciones del Gobierno español ante el anuncio de la nacionalización del Banco de Venezuela, propiedad del Santander. A la luz de esta amenaza, la oferta de petróleo barato que hizo Chávez hace una semana supone un desprecio intolerable desde el punto de vista de las relaciones de los Estados. Por supuesto es una humillación para la Monarquía española y para el propio Rey. Con razón había prometido que se vengaría. Por esto forzó la visita a España.