Editorial

Legislatura incierta

La ronda celebrada ayer por el presidente del Gobierno con los portavoces de los grupos parlamentarios ofreció una nítida fotografía de los escollos a los que se enfrenta el Ejecutivo para procurarse los apoyos necesarios que le permitan solventar los inconvenientes de su minoría en el Congreso y, más en concreto, sacar adelante su proyecto de Presupuestos para 2009. La profundidad del frenazo económico, admitida por el vicepresidente Solbes y corroborada por nuevos datos negativos sobre la evolución del mercado inmobiliario y las perspectivas crediticias mundiales, amplifica más si cabe la responsabilidad que compete en primer término al Gobierno, pero también a la oposición, en la aprobación de unas Cuentas Públicas con las que poder responder a las consecuencias del acelerado deterioro en nuestro crecimiento. Pero si ya la entrevista entre Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy situó la crisis como argumento central de la disputa partidaria, los contactos escenificados ayer confirmaron que el Ejecutivo está lejos de poder confiarse en el logro no sólo de un acuerdo presupuestario, sino de los pactos estables que le faciliten una gobernabilidad hoy hipotecada por su insuficiente mayoría parlamentaria y los condicionantes que lastran el entendimiento con CiU y el PNV.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

De hecho, los primeros meses de la legislatura han permitido constatar tanto la fragilidad del predominio socialista en la Cámara Baja, como los crecientes obstáculos para conciliar posiciones con los peneuvistas mientras el lehendakari Ibarretxe persista en su desafío soberanista, pero también con una Convergencia competidora directa del PSC y cuya estricta reivindicación de la literalidad del Estatut le llevó ayer a condicionar su voto a los Presupuestos al cierre previo de la nueva financiación para Cataluña. La imposibilidad de sortear esas dificultades sin agrietar su propia estrategia no maquilla, sin embargo, la errónea evaluación efectuada por Rodríguez Zapatero y su partido de su fortaleza parlamentaria, la convicción simplista de que las zozobras del PP imposibilitaban la soledad socialista y la renuencia a compartir diagnóstico con la oposición sobre la gravedad de la crisis. Con su terca resistencia a aceptar su misma existencia, el Ejecutivo no sólo ha visto comprometida su credibilidad ante los ciudadanos más afectados por las estrecheces económicas, sino que se ha distanciado de sus potenciales aliados en una legislatura de contornos aún muy inciertos. La complicada coyuntura obliga al Gobierno a explorar un acuerdo a partir de un análisis realista de sus propias limitaciones. Pero del mismo modo que CiU habrá de calibrar los efectos de una radicalización más acusada de su nacionalismo, el PNV deberá asumir la incompatibilidad que suponen el rupturismo de Ibarretxe y las ambigüedades en la lucha contra ETA con sus aspiraciones más pragmáticas.