EL RAYO VERDE

Respeto hacia el castillo

El castillo de San Sebastián probó anoche su uso como espacio público, como lugar de ocio y esparcimiento. Fue un anticipo, una especie de ensayo general con vestuario del papel que le tocará jugar como sede de la miniexpo que el Consorcio parece que prepara para el Doce, con actuaciones, pabellones nacionales e internacionales, fuegos de artificio y cosas así, como el Faro de las libertades, tan indefinidas aún por mucho que se hayan dibujado algunos recuadros de colores sobre un plano.

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El castillo no es sólo un elemento imprescindible del paisaje de la ciudad, una hermosísima postal, el cierre de piedra y almenas de la playa de la Caleta, con ser esto mucho. Es parte de la historia y pieza del futuro, una de las escasísimas superficies, si no la única, que queda libre en el breve suelo urbano, una de las últimas oportunidades de actuar, es decir de definir usos, utilidades, que suplan carencias de los gaditanos y que mejoren su vida. Es por tanto de suma importancia no errar en lo que se haga ahora.

Llegado este punto, y aunque tengo la impresión de que me repito, creo que también hay que decir que en una superficie tan grande, porque la extensión se ha comparado a la del barrio de La Viña, hay bastante que aprovechar, y es preciso hacerlo con mente práctica y ambiciosa a la vez, porque las miles de posibilidades que se abren, como ante un lienzo en blanco, requieren de la mano de un buen artista. No vale un pintamonas, por ser claros, porque pintará una mona.

Doy por hecho que, salvo que salte una ventolera, las tres noches de conciertos van a ser excepcionales, sobre todo porque el nivel de los artistas es, por fin, bueno, -no son los conciertos de la playa, para entendernos-, porque el entorno monumental aporta mucho a la magia que emana de la buena música y porque es verano y la noche aún puede llegar a ser joven, para todos, incluso.

Sin embargo, espero que no se produzca el más mínimo problema de seguridad, porque en ese caso habría que tirarse al agua. He comprobado, de hecho, el horario de mareas para saber si en caso necesario será preciso caer de pie o de cabeza. Habrá pleamar, de modo que se podría nadar hasta la playa. No parece, en cualquier caso, una salida práctica ni segura. Todos los expertos coinciden en que el castillo incumple los requisitos del reglamento general de policía de espectáculos, entre otras cosas porque es preciso tener dos vías de acceso distintas, prever una evacuación independiente de la entrada, etc. No se conoce todavía el plan de autoprotección del Ayuntamiento. Mientras, la delegación de Gobernación de la Junta de Andalucía, responsable de la seguridad en última instancia, quien visa a todos los promotores de espectáculos de la provincia, mantiene silencio, quizá para no granjearse antipatías del electorado y no quedar como malajes o aguafiestas ante el público. Pero entre oponerse y abordar el problema hay una diferencia y se incurre en una gran responsabilidad. El hecho de que no haya que lamentar incidentes es un alivio, pero no exime de ella.

Por otra parte, hay que considerar que el castillo es un recinto histórico, un bien protegido. Por tanto, no se puede horadar, cavar, modificar, hay que reponer los daños y vigilar la intervención. Eso le toca a Cultura. Además, San Sebastián guarda la historia de Cádiz entera. Su estratigrafía, preservada por su carácter militar de años, debe ser un catálogo completo de las edades de la ciudad. Por lo tanto, es obligado someterlo a una seria excavación arqueológica que permita completar el conocimiento de la Antigüedad, comprobar teorías, descubrir novedades. Se supone que albergó el legendario faro que guió a los primeros navegantes, frontera del mundo conocido, y vió los trabajos de Hércules, que albergó el templo de Cronos, que fue parte de una naumaquia, un teatro marino en el que se representaban batallas navales aprovechando el escenario natural de la Caleta, ante ricas villas romanas...

Los proyectos para el castillo han de empezar por respetarlo. Y seguir por no cometer errores, barbaridades, ni mucho menos graves imprudencias.

lgonzalez@lavozdigital.es