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Arte de restituir

Llega un momento en el que todas las páginas de los periódicos son páginas de sucesos. La variedad de acontecimientos cotidianos, inevitablemente menores, hacen más soportable el empacho de noticias políticas, que no serían noticiables si no anduvieran en las mentirosas bocas que las pronuncian. Los diarios pretenden, nada menos, que contarnos cada mañana lo que ha sucedido en el mundo en veinticuatro horas. Una pretensión que requiere mucho esfuerzo, ya que ocurren muchas cosas cada minuto. Un episodio que mañana no tendrá ninguna vigencia recrea lo que le ocurrió a un señor de Cádiz que ha estado en la cárcel durante trece años por una violación que no cometió. Era inocente, pero era bizco. La violada reparó en su estrabismo y la Justicia, fiel a su lema de ojo por ojo, le condenó por algo que él no hizo. ¿Cómo se le restituye a este hombre sus trece años en prisión? Hay muchas personas estrábicas, no sólo Jean Paul Sartre, y entre ellas puede darse un número adecuado de violadores, pero es injusto atribuir la execrable condición de violadores a todos los bizcos.

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Después de la clamorosa equivocación de la dama que tiene los ojos vendados hay que preguntarse cómo se le compensa a este pobre hombre. ¿Hay algún dinero para restituirle sus trece años entre rejas?, ¿cuánto vale cada día? En otros casos resultan más fáciles las reconciliaciones. Su Majestad el Rey, que Dios guarde hasta que merezcamos ser republicanos, ha hecho las paces con el vehemente tarugo que preside Venezuela. Pelillos a la mar oscura del petróleo. Aquí no ha pasado nada. Lo importante es Repsol. Sería curioso que el condenado por algo que no cometió pudiera enfrentarse al tribunal que le tuvo trece años en chirona y le preguntara ¿por qué no te callas? Para siempre. O por lo menos mientras se limpian los platillos de la balanza.