El cura de las flores

Es Miguel Ángel Montero un cura muy particular, es joven lleno de entusiasmo y con unos firmes principios; pero este jerezano que renunció voluntariamente a una brillante carrera en el Vaticano porque su verdadera vocación era trabajar en una parroquia en su pueblo, se ha topado con los aguerridos vecinos de Las Flores.

Podemos decir que se han encontrado dos grandes caracteres, el de una asociación curtida en mil batallas urbanísticas, cuando ir contra la GMU tenía su aquel, y el de un cura que tiene clarísimo cual es el papel de la iglesia en un barrio y cual el modelo de parroquia desde el que quiere trabajar.

Conocí a Miguel Ángel hace ya algunos meses en un sitio inesperado para tal encuentro, de ahí que al principio cuando me dijo que era el párroco de San Juan Bautista, la «parroquia de hipercor» y el párroco de Las Flores no me lo creí. He de confesar que a pesar de que Miguel Ángel representa una versión actual de la iglesia tradicional, algo contra lo que siempre me he manifestado, muchas veces desde este mismo tendedero, la firmeza, la contundencia pero también la claridad y sencillez con la que defiende este modelo me cautivó desde el primer momento, si no en el fondo si en las formas. Así de la confrontación en las ideas surgió la amistad.

Me invitó a conocer su trabajo in situ y, para su sorpresa, acepté. Me admiró los cambios que había hecho en la capilla de Las Flores, cómo había recuperado y casi dado esplendor a la misma y le pregunté si no había tenido problemas con los límites, razonables por otra parte, que quería imponer a la AAVV. En ese momento mi amigo no entendía porqué le hacía esa pregunta, ahora creo que ya lo entiende, demasiado bien.

No es sólo un conflicto sobre el uso de un local, es un conflicto sobre el liderazgo social entre un Miguel, presidente de la AAVV, nada acostumbrado a un papel secundario, y otro Miguel un joven cura con los reaños y la determinación suficiente como para colocar a cada cual en su sitio. Suerte amigo!!