Editorial

Astilleros recupera la normalidad

La noticia ayer en la factoría de Navantia de Puerto Real era la normalidad, o más bien la recuperación de la normalidad, tras una convulsa historia de inactividad y de reconversiones en el sector naval gaditano. La botadura del «Cantabria» reanuda una tradición perdida durante demasiados años, la de estampar botellas- en este caso de un vino oloroso de El Puerto, «Sangre y trabajadero»- en el casco de un barco hecho en la factoría. Se trata, pese a este aire de sencillez primordial, de una gran noticia, de un acontecimiento para toda la Bahía, dado el alto valor simbólico que los diques encierran, con el añadido de que es la primera botadura en mucho tiempo -excepción hecha de la salida de los cascos de los quimiqueros recientemente culminados- y la primera de una construcción naval militar , la rama que ha constituido la tabla de salvación para el sector gaditano tras la imposición de Bruselas y que va a garantizar su futuro, a poco que la gestión continúe a la misma buena marcha que ahora.

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De este modo, Navantia y la Armada, representadas al máximo nivel en el acto de ayer, celebraban con especial felicidad el acontecimiento, orgullosos de la alta especialización demostrada por sus factorías y sus técnicos, cuya constatación es la vía por la que avanzar para asegurar la actividad de la unidad de negocio que forman las factorías de Puerto Real y San Fernando, junto con la de Cádiz, especializada en reparaciones y también partícipe del buen ritmo de carga de trabajo. Así, este primer Buque de Aprovisionamiento de Combate (BAC), que ayer fue amadrinado por la esposa del presidente de Cantabria, resulta ser la segunda unidad de mayor porte de la Armada, después del buque «Juan Carlos I», y cuenta con doble casco. Además de su función de aprovisionamiento de combustibles líquidos, agua y sólidos a un grupo naval, tiene capacidad para luchar contra la contaminación en el mar y puede ser convertido en hospital, de modo que su utilidad es manifiesta también en caso de catástrofes ecológicas o misiones humanitarias.

Mientras se avanza en la construcción de los buques contratados, entre ellos los de la Marina venezolana, cuya primera patrullera se entregará en octubre, con previsiones de gran resonancia, y se abren puertas a nuevos pedidos por todo el mundo, la empresa participada por la SEPI ha de hacer frente a una amenaza de movilizaciones por parte de los sindicatos, que reclaman la negociación de un nuevo plan industrial y el rejuvenecimiento de las plantillas. Es de esperar que la normalidad ahora reiniciada se traslade también a las relaciones laborales y la conflictividad sea desterrada para siempre como un mal recuerdo del pasado y sustituida por productividad, eficacia, alta tecnología y responsabilidad en la marcha del negocio, que también ha de sortear tiempos de crisis internacional.