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Fútbol con mayúsculas

Frente a esa ola de falso puritanismo que invade buena parte de Cádiz, demandando que se haga justicia con un equipo que acabó el tercero por la cola y que falló el penalti decisivo porque un juvenil estaba jugando sin los papeles en regla, el triunfo de la selección de Luis Aragonés es una reconfortante declaración de intenciones. En un fútbol rastrero, donde los propietarios de los clubes se pitorrean de su masa social y ésta pone la otra mejilla y hasta el trasero si hace falta, la Eurocopa nos ha dado alas a los menos fundamentalistas. Todos los que no hipotecan su vida por un montaje donde piratas y engañabobos copan los palcos han podido disfrutar de un espectáculo que cuando se centra sólo en lo deportivo resulta demoledor por su belleza y poder de convocatoria. La figura de Luis ha salido tan fortalecida de la cita que esta España de vividores como Ángel Villar se le ha quedado pequeña. Se va a Turquía en loor de multitudes y a

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ejercer de pensionista con una cuenta corriente de infarto. Deja como recuerdo un debate casi finiquitado en centroeuropa al que ahora se suma Del Bosque (premiado por su pobre labor en el Cádiz) y que se reabrirá en cuanto se dé a conocer la próxima lista de convocados y todos busquemos el nombre de Raúl. El siete del Madrid y su forma de manejar el grupo como un capo mafioso no tienen razón de ser en esta selección. Él, al igual que sus lugartenientes, Salgado y Guti, no encuentran acomodo en esta España moderna sobre el terreno de juego, pero que sigue dando el cante por sus detalles casposos en las grandes celebraciones. No se entienden de otra manera ocurrencias tan lamentables como echar mano de Manolo Escobar o la patética imagen que siguen dando los políticos en su afán por chupar cámara a la misma velocidad que vomitan tonterías.