MAR ADENTRO

Un milagro de San Manuel Irigoyen

Si La Roja ha logrado hacernos más españoles que la Constitución de 1978, el cadismo no ha dejado de creer nunca en las buenas artes de Manuel Irigoyen, que en paz descanse. Así que ahora, no faltan preces en su nombre, pendiente el equipo y su afición de lo que decida el Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) sobre la denuncia del Cádiz por alineación indebida del Hércules en el último y terrible partido de liga que le costó el descenso a los infiernos de Segunda B.

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Si el comité -que suena a politburó de la Guerra Fría- acepta las alegaciones del Córdoba y del Hércules, el cadismo seguirá entre tinieblas, aunque todavía le quede el limbo de otro comité, el de apelación. Frente a los ocho folios de alegaciones presentados por los dos equipos, la fiebre amarilla en pleno espera uno de aquellos trabajitos de despacho que tanta fama dieron a Don Ladrillo, que era como José María Butanito García llamaba por la radio a aquel jocoso y jocundo presidente del Cádiz, a quienes muchos tuvimos por amigo. Mira que si en su gloria, Irigoyen lograse que tanto el Córdoba como el Cádiz permanecieran en Segunda y la Federación le echaba el dobladillo a la tabla para que cupiese un equipo más y todos contentos. No sería la primera vez que obrase un milagro Manuel Irigoyen, que en vida era como un santo laico capaz de tamañas proezas y de muchas otras.

Como cuando se barajaba una sanción contra Carmelo, capitán del Cádiz, por insultar al árbitro en un partido contra el Zaragoza. Ni corto ni perezoso, Irigoyen logró que un sargento de la Policía Nacional de Cádiz declarase ante notario que había escoltado al trío arbitral a los vestuarios, ante el ambiente tenso que se respiraba en el Carranza, pero que en ningún momento el Beckenbauer de la Bahía, que era como se le llamaba al jugador, había prorrumpido en agresiones verbales contra el colegiado. Así que con el documento bajo el brazo, el presidente se plantó en Madrid y el Comité de Competición tuvo que tragarse la bola. Carmelo, sin embargo, siempre recordará la bronca que le echó este nuestro San Manuel Bueno Martir: «Me he tenido que gastar un dineral entre la documentación, el viaje, etcétera,.a ver si la próxima vez, Carmelo, te estás calladito».

Así que imaginemos que lo invocamos e Irigoyen contrata a un notario del paraíso que seguramente se parezca a La Habana y baja en el ave del Espíritu Santo para convencer al comité que lo que vale es el artículo 107 del reglamento que impediría la alineación de Kiko, procedente del filial del Hércules pero con más de 23 años de edad, y que fue alineado fuera de plazo, que vendría a equivale a un yogur caducado o a un fuera de juego de los almanaques.

San Manuel Irigoyen podría aprovechar el viaje, esta vez, para ver en diferido el partido de España contra Alemania, aunque seguramente lamente junto a Fernando Santiago como nadie le colocó a Luis Aragonés a un crack del Cádiz para evitar que se pasease con la Eurocopa, por el estadio de Viena, ese tal Güiza, un xerecista, maldita sea. Y gitano, por cierto, que también cabe asociar esa hermosa palabra a las buenas noticias y no sólo a las racistas crónicas de sucesos.