CRÍTICA DE TV

Rebelde

Hace exactamente dos años lo estrenó Antena 3. En aquel momento teníamos al mismo tiempo SMS en La Sexta, la propia Rebelde way en Cuatro y, en Antena 3, esta Rebelde que ahora resucita en La Sexta. Las tres quedaron muy lejos del éxito de otros seriales adolescentes como Sensación de vivir, entre las extranjeras, y Al salir de clase entre las españolas. Me pregunto por qué nuestros canales pueden repetir programas y los críticos, por el contrario, no podemos repetir críticas, viéndonos obligados a hacer mil contorsiones para decir lo mismo sin que se note demasiado (y, a veces, sin el menor éxito).

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Cuando se estrenó Rebelde, en este rincón la caracterizamos así: «El escenario de la historia es un colegio donde se forman -es un decir- los hijos de los ricos; junto a ellos hay una porción de becados de familias pobres, que lo pasan muy mal. Entre los amoríos de unos y otros, y los conflictos de tipo socioeconómico, los guionistas han construido una trama densa, aunque embrollada. Los jóvenes intérpretes ponen, en ocasiones, simpatía, pero rara vez arte. Los foros de espectadores que se mueven por Internet han dejado opiniones más bien poco gratas sobre este producto. Yo me adhiero: Rebelde es infumable. A unas hechuras técnicamente primarias añade un argumento desolador.

Y el juicio de fondo era el siguiente: «Es perfectamente posible concebir historias de jóvenes con algún interés: la juventud puede ser una etapa fascinante, abierta a la aventura y al descubrimiento (...). Pero para concebir tales planteamientos hace falta, además de genio, entender la juventud como un estado de transición, como un proceso de aprendizaje, como un paso hacia algo -la madurez- que debe ser más completo y acabado. Por el contrario, las teleseries adolescentes suelen presentar lo joven como un estado perpetuo, como una forma de vivir que se agota en sí misma, en la fiesta o en los amoríos o en las pequeñas querellas con el prójimo. Lo cual, por un lado, es antipedagógico, porque hace creer al adolescente que su horizonte vital se agota en sí mismo, y por otro, desde el punto de vista narrativo, es frustrante, porque limita los argumentos a una especie de interminable viaje en torno al acné».

Es desolador comprobar que no hay que cambiar una coma. Sólo añadiré algo: sorprende que una cadena tan dada a envolverse en discursos progresistas como La Sexta recaiga en un producto como este, concebido deliberadamente para alienar a los adolescentes metiéndoles esclavitud de consumo bajo el camuflaje de una rebeldía artificial y ficticia (bueno, a mí no me sorprende, pero este ya es otro debate).