COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Morir de tradición

Permítanme si desconfío de todo aquello que viene precedido del término tradicional, porque inevitablemente lo tradicional en esta ciudad es sinónimo de días contados. Tradicional, muy tradicional, era la Velada de los Ángeles que tras ser recuperada en 1988 como la gran fiesta del verano tuvo la mala fortuna de convertirse en tradicional al tiempo que la trasladaban de Santa Bárbara al Paseo Pery Junquera para desembocar y morir en el Paseo de Carlos III. Tan tradicional era que bastaron dos telediarios para que la fiesta del verano se convirtiera en la manifestación más nonaina de lo que podemos llegar a ser.

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Desde que a alguien se le ocurrió bautizar a las barbacoas del Trofeo Carranza como tradicionales, tienen los días contados. Decayendo de año en año tienen todas las papeletas para que este año se nos presenten heridas de muerte y nunca más vuelvan a celebrarse. Cuestión de tiempo, no de orden.

A los juanillos les pasó lo mismo. Que serían una fiesta muy gaditanísima en otros tiempos, como lo fue la Candelaria -¿de dónde se creen que venía la feria del frío?- o la romería de San Sebastián -podríamos recuperarla, por lo del castillo- pero que en la actualidad resulta una fiesta de lo más forzada y ridícula que se puede encontrar. Meterle fuego a unos muñecos a las seis de la tarde en el día más largo del año no deja de ser cuando menos, curioso. Teniendo en cuenta, además, que desde hace años los juanillos se concentran en determinados puntos para que no haya mucho desorden aunque sí concierto -por lo de la banda de música, digo-.

Y este año estrenamos virus, la cantera de la tradición que es como han bautizado a los niños metidos a artesanos que participaron en la fiesta. Lo que les digo, esto no dura ni un par de años.