CRÍTICA DE TV

Dexter

Con permiso de la autoridad (mediático-financiera) y si el tiempo no lo impide, Cuatro estrenará esta noche una serie americana de tanto éxito como enjundia: Dexter, un producto del canal Showtime que con sólo dos temporadas ya se ha llevado un Emmy y dos Satellites Awards. Es una buena serie no sólo por su calidad técnica, sino también por su capacidad para percutir en la sensibilidad del espectador. Habrá que ver cómo se lo toman los espectadores españoles, cuyos gustos suelen regirse por otros criterios.

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Dexter es un personaje creado por el dramaturgo y escritor Jeff Lindsay en su novela Darkly Dreaming Dexter (El oscuro pasajero, editada en 2004 Umbriel). El propio Lindsay aparece como director de la serie, aunque la adaptación la firma James Manos Jr. El tal Dexter es un asesino en serie, pero un asesino cuya forma de matar busca la comprensión del espectador. La historia es abracadabrante. Hace muchos años, el policía Harry Morgan y su esposa decidieron adoptar a un niño abandonado, Michael Dexter. El policía no tardó en descubrir que su hijo es un asesino en potencia: está poseído por un invencible instinto homicida. En consecuencia, Morgan decidió educar al muchacho de modo que canalizara sus instintos homicidas matando a mala gente. El chico se hace forense de policía y adopta una doble vida: policía de día, asesino de noche.

Sobre el dicho popular de que quien roba a un ladrón (o quien mata a un asesino) tiene cien años de perdón (o un 20% de share), Dexter nos plantea una sucesión de crímenes que el espectador debe saludar con aprobación, pues se está haciendo justicia. ¿Justicia? El problema es que el mundo moderno lo formula en un contexto donde se supone que la justicia descansa sobre instituciones racionales e ilustradas. Esas instituciones, para no ser injustas, no sólo castigan el mal, sino que además dejan espacios a cubierto por un complejo sistema de garantías. A tales garantías se acogen algunos para escapar de la justicia. De la justicia general se deduce alguna injusticia particular. Ahí entra la figura del justiciero. En el caso de Dexter, un justiciero genética o psicológicamente predeterminado. Habrá que ver Dexter.