Opinion

Verlas venir

Se veía venir. Se veía ir y venir bajo el sol que más calienta con sus brazos gigantescos el desacompasado movimiento de las grúas del pelotazo inmobiliario. Bajo sus sombras alargadas corrían los fajos de billetes de mano en mano, las mismas que mecían las cunas de nuevos ricos y de fortunas que crecían a pasos agigantados con el morrocotudo negocio del ladrillo. Se veía venir y no se mandó parar. En Marbella, en Estepona, con ramificaciones más allá y más acá, dicen que se veía venir antes de que estallasen, los escándalos ahora a la vista de todos los que lo veían venir. Empezaron a verlas venir cuando el mosqueo había cobrado ecos de vieja tonadilla: ¿de dónde saca 'pa' tanto como destaca fulanito o menganita? Dice el refrán que el que gasta y va muy lejos, no hará casa con azulejos. Maldito parné que por su culpita se perdieron sin sospechar el alcance fraudulento de lo que iba a venir los que votaron para que ganaran los gobiernos municipales aquellos en quienes confiaban no se perderían en el bosque intrincado de las corruptelas. ´

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El mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero, escribió Cervantes, nuestro más grande arquitecto literario, que nunca lo tuvo. Dinero que como dijo el otro, hay que despreciar sin perderlo nunca de vista, cosa que no ha sucedido con la corrupción urbanística, pues se pierde la pista de dinerales y desaparecen los fajos de billetes por las fosas sépticas de los ayuntamientos como truco de ilusionistas nada virtuosos. Pero 'el dinero huele bien venga de donde venga' que dejó dicho un clásico; aunque provenga de los pozos negros a los que van a caer las comisiones ilegales de las tramas urbanísticas para pasar después por los expertos en lavar más blanco. Muy contaminados estamos de detergente blanqueador dinerario. ¿Quién nos descontaminará? Un trabalenguas que no hace más que comenzar en la 'operación Malaya' y en la 'operación Astapa' con las declaraciones de los presuntos implicados de las que se presume no ayudarán a que deletreemos sin traba ni impedimento el final de estos apestosos asuntos.